Crivillé se empapa de gloria

Àlex Crivillé no falló en Brasil. Llegó al penúltimo gran premio de la temporada con todo a favor -le bastaba un décimo puesto para asegurarse el título- y no perdonó. Entró en sexta posición, por delante incluso que su máximo rival, el japonés Tadayuki Okada, que se salió de pista a mitad de carrera y llegó séptimo. Crivillé no arriesgó. Corrió con la cautela a la que le obligaba su ventaja, más preocupado de no caerse que de ganar la prueba (el vencedor del gran premio fue el japonés Norick Abe), y sólo se concedió un eterno caballito en la última recta. Lo importante era el título y eso lo ...

Àlex Crivillé no falló en Brasil. Llegó al penúltimo gran premio de la temporada con todo a favor -le bastaba un décimo puesto para asegurarse el título- y no perdonó. Entró en sexta posición, por delante incluso que su máximo rival, el japonés Tadayuki Okada, que se salió de pista a mitad de carrera y llegó séptimo. Crivillé no arriesgó. Corrió con la cautela a la que le obligaba su ventaja, más preocupado de no caerse que de ganar la prueba (el vencedor del gran premio fue el japonés Norick Abe), y sólo se concedió un eterno caballito en la última recta. Lo importante era el título y eso lo tenía bien cosido a la solapa.Ganó Crivillé el título mundial de 500cc, la categoría reina, la que le faltaba al motociclismo español. 23 coronas mundiales a sus espaldas acumulaban ya nuestras motos, pero ninguna en la cilindrada mayor. Y diez años hacía ya que no se llevaba un título a la boca. Precisamente entonces se produjo un triple éxito: Champi Herreros conquistó el título en 80cc, Sito Pons hizo lo propio en 250cc y precisamente Álex Crivillé, entonces con 19 años, se impuso en 125cc.

En Seva, el pueblo del campeón y donde se había seguido la carrera en una pantalla gigante, el título se celebró a lo grande.