La asistencia de espectadores al Festival de Cine donostiarra creció un 15% respecto al año pasado

El Festival de Cine de San Sebastián clausuró su 46ª edición con un aumento de espectadores del 15% sobre el año pasado, a la espera del balance definitivo. Casi 185.000 espectadores -29.000 más que en 1998- asistieron a las proyecciones en sala. El paso del certamen al Kursaal, con su mayor aforo, justifica sólo parte de este crecimiento, que se refuerza por la aceptación de su fórmula. Por ahora, la gerencia prefiere no cuantificar un déficit que se prevé "importante" y achaca en parte a que las instituciones no han respaldado económicamente el cambio de sede.

La afluencia masiva de e...

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El Festival de Cine de San Sebastián clausuró su 46ª edición con un aumento de espectadores del 15% sobre el año pasado, a la espera del balance definitivo. Casi 185.000 espectadores -29.000 más que en 1998- asistieron a las proyecciones en sala. El paso del certamen al Kursaal, con su mayor aforo, justifica sólo parte de este crecimiento, que se refuerza por la aceptación de su fórmula. Por ahora, la gerencia prefiere no cuantificar un déficit que se prevé "importante" y achaca en parte a que las instituciones no han respaldado económicamente el cambio de sede.

La afluencia masiva de espectadores a las salas supone un espaldarazo para un certamen que afrontaba con miedo el traslado de su sede al Kursaal y pedía disculpas de antemano. Aproximadamente 185.000 personas refrendaron la programación. No sólo los pases de la Sección Oficial y de Zabaltegi, que ya encerraban un atractivo por la novedad del aforo. Las retrospectivas y otras propuestas de la dirección acapararon más que en ediciones anteriores la atención del público. "El incremento de espectadores", afirma el gerente del certamen, Mikel Olaciregi, "no sólo se debe al efecto Kursaal. La gente ha creído en la propuesta del festival".El balance, aún provisional, de esa buena fe se traduce en una recaudación de taquilla que alcanza los 48 millones de pesetas, lo que supone alrededor de un 10% más que en 1998. El porcentaje es menor y no se corresponde con el incremento de espectadores, aclara Olaciregi, "por la política de precios populares" que ha llevado a que los pases de competición por ejemplo -a excepción de inauguración y clausura- costaran 600 pesetas y 500 para quienes disponían de abonos.

El gerente del Festival juzga "excelente la pasada edición", marcada por la entrega de los Premios Donostia a Angelica Huston, Vanessa Redgrave y Fernando Fernán-Gómez y una selección "cuidada" de oferta cinematográfica. En todo caso, el traslado al edificio diseñado por el arquitecto Rafael Moneo va a generar un déficit importante en las arcas del certamen, que en esta edición ha contado con un presupuesto total de 670 millones de pesetas. Olaciregi prefiere no adelantar cifras hasta que las cuentas se cierren en diciembre. "Sería muy frívolo hacer una estimación", pero adelanta que superará el desequilibrio casi técnico -cuatro millones de pesetas- de la pasada edición.

En todo caso, precisa que las instituciones involucradas en el certamen -Ministerio de Cultura, Gobierno vasco, Diputación de Guipúzcoa y Ayuntamiento donostiarra- "saben que va a producirse un desfase". Alquilar el Kursaal cuesta el doble que el Victoria Eugenia. A esta realidad se suma la nueva aplicación del IVA y los gastos propios de organización que genera el traslado de sede. Olaciregi, igual que el director del Festival, Diego Galán, siempre se ha destacado por pedir una mayor involucración económica de las instituciones. De 1991 a 1997 el presupuesto estuvo congelado. En años posteriores, las aportaciones crecieron conforme al IPC. De hecho, este año cada institución sólo ha aumentado cinco millones su apoyo económico. Y Olaciregi afirma que "ahí está parte de la razón del déficit. En los presupuestos, que tuvieron en cuenta lo que iba a suponer el Kursaal, no hubo correspondencia en la subida de ingresos".

Éste es el punto más negro de una cita cinematográfica en la que se han cumplido las expectativas. "Sabíamos", manifiesta el gerente, "que era una edición de transición con grandes interrogantes. Es nuestro primer año en un edificio que está todavía en obras". Olaciregi reconoce que "el Kursaal responde a las necesidades del Festival de forma aceptable, aunque hay cosas que se pueden mejorar". De hecho, se reunirá en breve con los responsables del complejo para estudiar posibles cambios. Los espectadores se quejaron durante el certamen de la incomodidad de las butacas y Olaciregi encaja estas críticas con deportividad, quizá porque no le competen: "Creo que es un tema que no ha sido debidamente valorado. Pero lo tendremos que aceptar".

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