Crítica:QUINCENA MUSICAL DONOSTIARRA

Clausura y homenaje al Orfeón Donostiarra

Con dos conciertos de la Sinfónica de Tenerife ha quedado clausurada en el recién estrenado Kursaal la 60ª edición de la Quincena. En el primero, al lado de una versión fulgurante, plena de color y gestualidad, de la suite de El pájaro de fuego, de Stravinski, el director Víctor Pablo Pérez demostró su dominio y buen arte de concertador en el Concierto número 1 para violonchelo, de Dmitri Shostakóvich. Asumió -casi podríamos escribir enalteció- la parte protagonista el letón Mischa Maisky (Riga, 1948), que fuera discípulo de Rostropóvich y en alguna medida de Piatigorski. ...

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Con dos conciertos de la Sinfónica de Tenerife ha quedado clausurada en el recién estrenado Kursaal la 60ª edición de la Quincena. En el primero, al lado de una versión fulgurante, plena de color y gestualidad, de la suite de El pájaro de fuego, de Stravinski, el director Víctor Pablo Pérez demostró su dominio y buen arte de concertador en el Concierto número 1 para violonchelo, de Dmitri Shostakóvich. Asumió -casi podríamos escribir enalteció- la parte protagonista el letón Mischa Maisky (Riga, 1948), que fuera discípulo de Rostropóvich y en alguna medida de Piatigorski. El supervirtuoso concierto tuvo una versión de primerísima categoría en la que el músico hondo y expresivo y el espectacular virtuosista que hay en Maisky, en unión de la orquesta tinerfeña y su director titular, lograron resultados verdaderamente fuera de serie. En la primera parte del programa se rindió el último homenaje de los dedicados por la Quincena al compositor de Ochandiano Carmelo Alonso Bernaola, con ocasión de su 70º aniversario. A dos partituras anteriores sobre temas de Francisco Guerrero y Juan de Anchieta, ha añadido Bernaola una tercera dedicada a Aguilera de Heredia. Resulta entonces un tríptico evocador de tres grandes españoles del siglo XVI, pero realizada con tanto sello personal como maestría por un compositor actual que domina el más plural repertorio de la heterofonía instrumental. La obra y su autor fueron muy ovacionados.

El domingo se llenó el Kursaal de un público entusiasta que deseaba escuchar el Réquiem, de Verdi, y homenajear al Orfeón Donostiarra y a su director, José Antonio Sainz Alfaro, después de sus grandes triunfos en Europa. El 28 del mes pasado, Víctor Pablo Pérez y la orquesta tinerfeña con la Coral de Bilbao hicieron en el Festival de Santander la gran obra verdiana que ahora han ofrecido a los donostiarras con su Orfeón. El cuadro de solistas ha sido diferente, pues esta vez estuvo formado por la soprano Isabelle Kabatu, la mezzo Dolora Zajick, el tenor Aquiles Machado y el bajo Mario Luperi. Artistas todos de reconocido prestigio, podrían anotarse algunos puntos especialmente destacados en el caso del venezolano Machado, el más reciente discípulo de Kraus en la Escuela Superior Reina Sofía, y de la soprano de origen africano Kabatu. Magnífico el Orfeón, que fue aclamado largamente, en unión de los solistas y la orquesta. Todos se integraron en la alta idea que Víctor Pablo tiene de esta obra, cima de la música italiana del XIX.

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