Marruecos, tercera oportunidad

Una nueva generación espera que Mohamed VI cambie las estructuras políticas que lastran el desarrollo

ENVIADA ESPECIALAziz y su mujer celebraron el viernes el nacimiento de su hija Hoda. Tras recorrer medio mundo trabajando como camarero, Aziz, de 32 años, regresó hace cuatro a Marruecos. Ahora, con la llegada al trono de Mohamed VI, tiene la esperanza de que Hoda nunca se vea obligada a emigrar para tener una existencia digna. Difícil tarea. Una tasa de paro que el Gobierno cifra en el 19,6%, aunque previsiblemente muy superior y con tendencia a aumentar, pues el 70% de los 30 millones de marroquíes tiene menos de 25 años; una deuda que se come un tercio del presupuesto nacional; un analfabe...

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ENVIADA ESPECIALAziz y su mujer celebraron el viernes el nacimiento de su hija Hoda. Tras recorrer medio mundo trabajando como camarero, Aziz, de 32 años, regresó hace cuatro a Marruecos. Ahora, con la llegada al trono de Mohamed VI, tiene la esperanza de que Hoda nunca se vea obligada a emigrar para tener una existencia digna. Difícil tarea. Una tasa de paro que el Gobierno cifra en el 19,6%, aunque previsiblemente muy superior y con tendencia a aumentar, pues el 70% de los 30 millones de marroquíes tiene menos de 25 años; una deuda que se come un tercio del presupuesto nacional; un analfabetismo que las fuentes más generosas estiman en el 50% de la población (100% entre las mujeres campesinas); pero, sobre todo, una Administración del Estado en la que los ciudadanos han perdido la confianza a causa de la lentitud burocrática, las corruptelas y el desprecio hacia sus derechos más elementales, han alejado a las élites políticas y económicas del Marruecos real.

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Tanto es así que Mohamed Sassi, profesor de Derecho Penal en la Universidad de Rabat y miembro del Comité Central de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP, el partido del primer ministro), habla de la existencia de dos países en Marruecos: "Una isla formada por una minoría que lo tiene todo, y el resto". "Jamás", asegura Sassi en su conversación con EL PAÍS, "han existido tantas disparidades sociales como existen hoy en día". De ahí la sensación de urgencia que le lleva a afirmar que "no hay que esperar a que el nuevo rey dé libertades, hay que empezar a asumirlas, afrontar todos los tabúes".

Y eso es algo en lo que parecen coincidir jóvenes de ambos Marruecos. Tanto E. B., de 22 años y criada en el popular barrio de Dar al Kabir, de Casablanca, como M. L., de 23 y residente en el exclusivo Souissi, de Rabat, echan de menos un proyecto coherente de sociedad y se dicen dispuestas a luchar por conseguirlo. "Sólo hace falta voluntad política, porque este país tiene mucho potencial", aseguran en entrevistas separadas. E. B., que sobrevive con 3.000 dirhams mensuales (unas 48.000 pesetas), cita los salarios, la burocracia y la situación de la mujer como los principales problemas del país. M.L. señala la pobreza, la educación y el cambio de mentalidad como los principales retos con vistas a esta nueva etapa.

Todos los entrevistados, tanto en los despachos oficiales como a pie de calle, dan una carta de confianza al nuevo monarca. Su juventud, su pasado sin mancha y sus primeros gestos concitan esperanzas, aunque tampoco hay un entusiasmo evidente entre la gente. "Es normal, tenga usted en cuenta que han recibido muchos golpes y desilusiones", justifica Mohamed Guessous, profesor de Sociología y miembro del Buró Político de la USFP. "¿Vamos a tener una segunda o una tercera oportunidad? Ésa es la gran pregunta. Ya desaprovechamos una en 1956, tras la independencia, y la segunda, a mediados de los noventa, cuando se reformaron la Constitución y el sistema electoral", concede Guessous, reconociendo la responsabilidad de los políticos en el fracaso de las reformas.

Aun así, Guessous se esfuerza en mostrarse optimista. "Tenemos que ponernos de acuerdo con el joven rey y trabajar por una reforma fundamental de la Constitución y de las instituciones que nos lleve a una monarquía parlamentaria", explica, sin ocultar que su sueño "es el modelo español, aunque con las especificidades marroquíes".

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Sassi apunta que, a diferencia de cuando el fallecido Hassan II llegó al poder, hoy existe una unanimidad entre todos los actores políticos -a excepción de los islamistas, que no se han pronunciado- sobre el recurso a la democracia para alcanzar sus proyectos. Para ello, este hombre menudo y de aspecto modesto defiende "una monarquía parlamentaria de verdad, con un Parlamento que debata todos los presupuestos, incluidos los de Defensa y Casa Real ".

Khalid Jamai, director de L"Opinion, el diario en francés del partido Istiqlal (nacionalista, conservador), discrepa de ese objetivo de monarquía a la española. "No tenemos ningún interés en un rey débil. Sería suicida en la etapa actual", asegura. "Primero, no somos España, y segundo, tenemos que buscar nuestro propio camino de acuerdo con nuestra historia", añade, antes de aclarar que, por supuesto, la monarquía debe evolucionar y que está convencido de que va a hacerlo con Mohamed VI. Jamai comparte, sin embargo, la necesidad de cambios estructurales en el resto de las instituciones marroquíes.

"Por mi trabajo político como miembro del Comité Ejecutivo del Istiqlal, viajo mucho por el país y tengo la sensación de que lo que los marroquíes esperan es muy simple: que haya más justicia, que se respeten más sus derechos como ciudadanos, que se reduzca la corrupción y que desaparezca la impunidad", asegura.

El veterano periodista Said Jedidi, presentador del informativo en español de la televisión marroquí, recuerda que los cambios se iniciaron ya en vida de Hassan II con la introducción del llamado Gobierno de alternancia y el socialista Abderramán Yussufi al frente. Sin embargo, un año y medio después de la llegada al poder de la "alianza democrática", como se ha llamado a la coalición de siete partidos, muchas esperanzas han quedado defraudadas. "Los ministros no tienen el poder que se supone que deben de tener", se disculpan fuentes cercanas al Ejecutivo. Los más atrevidos hablan de fuerzas contrarias al Estado de derecho. Analistas políticos y observadores extranjeros reconocen a Yussufi su política de moralización de la Administración, reforma de la justicia, atención a los derechos humanos y mayor libertad de prensa. No obstante, consideran que "no ha sabido transmitir a la opinión pública el proceso de transición en marcha".

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