60ª QUINCENA MUSICAL DONOSTIARRA

Champaña después de la resaca

El murciélago, de Johann Strauss, es la quintaesencia de la opereta vienesa. La Quincena eligió esta obra maestra para el primer día de resaca después de la Semana Grande. Homenajeaba así a Johann Strauss en su centenario y contribuía, de paso, a mantener la fiesta. La solución de San Sebastián incluía elementos mínimos de escenografía y mantenía el vestuario de los cantantes. Era un quiero y no puedo. Un vals en el espacio de un chotis.Correspondió a Francisco Maestre el papel de narrador. Fue un pelmazo. Sobreactuando continuamente, reemplazando la sutileza del carcelero del tercer acto por ...

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El murciélago, de Johann Strauss, es la quintaesencia de la opereta vienesa. La Quincena eligió esta obra maestra para el primer día de resaca después de la Semana Grande. Homenajeaba así a Johann Strauss en su centenario y contribuía, de paso, a mantener la fiesta. La solución de San Sebastián incluía elementos mínimos de escenografía y mantenía el vestuario de los cantantes. Era un quiero y no puedo. Un vals en el espacio de un chotis.Correspondió a Francisco Maestre el papel de narrador. Fue un pelmazo. Sobreactuando continuamente, reemplazando la sutileza del carcelero del tercer acto por una declamación a gritos, inoportuno y egocéntrico en su cometido pretendidamente didáctico.

Brilló entre los cantantes el contratenor Jochen Kowalsky, como Orlofsky. Fue un príncipe vocal; destacó también la soprano Oladz Saitua, en una actuación de corazón, componiendo el personaje de Adele con muy buenas maneras. El resto del reparto cumplió sobradamente. Andreas Mitisek dirigió con orden y claridad. Le faltó un poco de chispa. La Sinfónica de Euskadi comenzó con rigidez, pero se fue integrando en el espíritu de la obra conforme la función se desarrollaba. Salió airosa. Algo similar ocurrió con la coral Andra Mari.

El murciélago en San Sebastián era una idea estupenda. Pudo haber sido champaña, pero las burbujas no tenían coronas. El público se lo pasó bien y agradeció la presencia de María José Moreno y Maite Arruabarrena (con Rossini y Saint-Saëns) a la fiesta del segundo acto.

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