EL FUTURO DE LOS BALCANES

Más de mil gitanos desembarcan en Italia huyendo de las represalias albanokosovares

La guerra de Kosovo no ha terminado todavía para los miles de personas de raza gitana que llegan a las costas de Italia casi cada noche en barcos sobrecargados, huyendo de los ataques de los albanokosovares, con la esperanza de encontrar un refugio en el que sentirse seguros. El último desembarco masivo se produjo la noche del pasado sábado, cuando el remolcador Milos, de 35 metros de eslora, procedente del puerto montenegrino de Bar, atracó en el puerto italiano de Bari con 1.010 personas a bordo, casi todas de raza gitana, y la mitad de ellas niños de corta edad.

Tampoco este desembar...

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La guerra de Kosovo no ha terminado todavía para los miles de personas de raza gitana que llegan a las costas de Italia casi cada noche en barcos sobrecargados, huyendo de los ataques de los albanokosovares, con la esperanza de encontrar un refugio en el que sentirse seguros. El último desembarco masivo se produjo la noche del pasado sábado, cuando el remolcador Milos, de 35 metros de eslora, procedente del puerto montenegrino de Bar, atracó en el puerto italiano de Bari con 1.010 personas a bordo, casi todas de raza gitana, y la mitad de ellas niños de corta edad.

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Tampoco este desembarco (el mayor desde el final de la guerra de Kosovo), como ninguno de los que se han venido sucediendo en Italia desde finales de junio, pilló desprevenida a la marina militar italiana, una de cuyas patrulleras había avistado al Milos en aguas del Adriático mucho antes de su llegada al puerto de Bari. Amontonados sobre el puente del Milos, hombres, mujeres y niños gitanos ofrecían un aspecto famélico, después de haber cubierto una travesía de 12 horas hacinados en el barco, con un calor sofocante. Doce horas de tortura que cuestan unos 1.200 marcos (cerca de 100.000 pesetas) por cabeza. La técnica de los traficantes de refugiados o clandestinos -las razones del éxodo son irrelevantes para los que viven de este crudo negocio- es casi siempre la misma: una vez completada la mayor parte de la travesía, cuando se avista ya la costa italiana, huyen del barco a bordo de una lancha rápida. Según el relato de los pasajeros del Milos, el barco, que había zarpado a las diez de la noche del viernes del puerto de Bar, en Montenegro, fue abandonado por la tripulación y dejado a la deriva a las dos de la madrugada del sábado, poco antes de que las patrulleras de la marina italiana se acercaran al remolcador. La visión de los desembarcados es siempre la misma: ancianas agotadas, mujeres arrastrando varios niños hambrientos cada una, hombres de mirada taciturna. Hace sólo cuatro días desembarcaron en el puerto de Brindisi, en la misma costa de la Puglia italiana, otros 889 nómadas, procedentes también de Montenegro. Pocos días antes, otros 60 albanokosovares lograron llegar a Otranto, en la misma costa, después de haber sido arrojados al mar por los traficantes, que no se dejaron conmover por la presencia en el grupo de una niña de cinco años. La cifra total de nómadas llegados de Kosovo supera los cinco mil, la mayoría de los cuales se encuentran todavía en centros de acogida de los que se utilizan normalmente para atender a los inmigrantes clandestinos que entran masivamente en Italia, sobre todo en verano. De acuerdo con los testimonios recogidos por la propia guardia costera italiana, los gitanos, la mayoría de los cuales intentan obtener en Italia asilo político, huye de Kosovo por temor a ataques del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), que les acusa de haber colaborado con los serbios en la destrucción de propiedades albanesas y en la limpieza étnica, desencadenada sobre todo desde el comienzo de los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia. Sin embargo, fuentes de diversas organizaciones humanitarias aseguran que los gitanos han sufrido persecuciones por parte tanto de los serbios como de los albaneses de Kosovo. Asilo político Para todos ellos comienza en suelo italiano un capítulo difícil, ya que, en vista de que sobre el papel la guerra ha terminado, el Gobierno italiano no está obligado a concederles asilo político ni a considerarles prófugos. Lo único que pueden conseguir es un permiso de estancia temporal en Italia y un pasaje de regreso a Montenegro. Mirko, uno de los pasajeros del Milos, maestro en el pueblo de Trepca, al norte de Pristina, en la treintena, se lamentaba de su destino ante los periodistas concentrados en el puerto de Bari. "He pagado 1.200 marcos para llegar aquí, porque quiero trasladarme a Francia", explicaba. "Todos tenemos derecho a una vida ni mejor ni peor que la vuestra. Tenéis que comprender que la guerra de Kosovo no ha terminado. Para nosotros no ha hecho más que empezar".

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