Fernando Marías descubre a un Velázquez culto y "metapictórico"

El pintor sevillano Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) retrató la corte de Felipe IV y, con ella, "el ambiente que rodeaba a los personajes". Su vida, "aburrida como la de todos los que vivían en el alcázar", se animó con algunos viajes a Roma, durante uno de los cuales tuvo un hijo natural. Considerado como distante e incluso "antipático", a través de su trayectoria vital y profesional se descubre su otro rostro, el "más humano", que lo presenta como "culto, autorreflexivo, teórico, aunque no llegara a escribir sobre pintura, y metapictórico, porque va más allá de la propia repr...

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El pintor sevillano Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) retrató la corte de Felipe IV y, con ella, "el ambiente que rodeaba a los personajes". Su vida, "aburrida como la de todos los que vivían en el alcázar", se animó con algunos viajes a Roma, durante uno de los cuales tuvo un hijo natural. Considerado como distante e incluso "antipático", a través de su trayectoria vital y profesional se descubre su otro rostro, el "más humano", que lo presenta como "culto, autorreflexivo, teórico, aunque no llegara a escribir sobre pintura, y metapictórico, porque va más allá de la propia representación para reflexionar sobre ella". Así lo ha visto Fernando Marías en el libro que ayer presentó en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, una cuidada edición de 248 páginas que desgrana la vida y la obra de "uno de los más grandes pintores españoles, junto a El Greco, Goya y Picasso", según Marías. Velázquez (editorial Nerea) es fruto de un trabajo de investigación dilatado en el que el catedrático de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid ha invertido varios años. "El grueso del libro está escrito en 1994, luego he vuelto a ampliarlo, reescribiendo una parte el verano pasado, pero procede de escritos y reflexiones de hace diez años", comenta Marías, que entre sus numerosas publicaciones sobre arte cuenta con la biografía de El Greco publicada en 1997.

Pintor de ambientes

En este trabajo, el autor descubre un Velázquez "capaz de recuperar para nuestra memoria no solamente unos individuos, sino unas circunstancias y unos ambientes". Por ello traspasa la condición de retratista, "llevando el género del retrato a cualquier género pictórico", y fija en la memoria del espectador cosas que no se perciben visualmente. "Es capaz de pintar elementos que no son puramente visuales y hacerlos visuales a través de la pintura", explica Marías. El pintor, cuya cripta con los restos se busca ahora en Madrid -"esa búsqueda de las reliquias me parece ridícula; no va a aportar nada", dice Marías-, no era un artista metódico. "Era un tanto caótico; cuando le apetecía lanzaba unas cuantas pinceladas sobre las cuales había reflexionado mucho tiempo. Seguro que daba la impresión de no haber hecho nada en todo el día", reconoce el catedrático. Su relación con el rey era cercana, pero no de amistad. "Siempre nos parece muy bonito que los pintores mueran en brazos de su rey. Se dice que, cuando a Felipe IV le comunicaron que Velázquez estaba moribundo, el rey dijo "quedo abatido", pero en realidad lo que dijo fue "quedo advertido", y mandó al médico y al capellán real para que lo confesara".

Para Fernando Marías, el cuadro que más representa a Velázquez es Las meninas, donde él mismo se autorretrata "de cuerpo entero, algo muy infrecuente". "Él era muy orgulloso", y quiso aparecer ejerciendo de retratista regio junto a los reyes.

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