José Dueso desmitifica el papel represor de la Inquisición contra la brujería

José Dueso sostiene rotundo que las brujas no existieron. Sólo se manifestaron en la imaginación de las personas, que creyeron en ellas a pies juntillas, mas no poseyeron ningún poder sobrenatural, según apunta en su Brujería en el País Vasco (Roger). Este libro es la cronología de la persecución que sufrieron, una guía de la brujería ordenada pueblo a pueblo, un ensayo histórico-folclórico más que una ficción. La brujería afloró en su máximo esplendor, según este estudio, entre 1279 y 1610 en la parte occitana francesa y también en el País Vasco y Navarra. En Brujería en el País Vasco, el ...

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José Dueso sostiene rotundo que las brujas no existieron. Sólo se manifestaron en la imaginación de las personas, que creyeron en ellas a pies juntillas, mas no poseyeron ningún poder sobrenatural, según apunta en su Brujería en el País Vasco (Roger). Este libro es la cronología de la persecución que sufrieron, una guía de la brujería ordenada pueblo a pueblo, un ensayo histórico-folclórico más que una ficción. La brujería afloró en su máximo esplendor, según este estudio, entre 1279 y 1610 en la parte occitana francesa y también en el País Vasco y Navarra. En Brujería en el País Vasco, el autor defiende la tesis de que "el poder civil fue el verdadero perseguidor de la brujería". Dueso refuerza esta opinión afirmando que, "en varias ocasiones, las brujas rogaban ser juzgadas por los tribunales de la Inquisición". Dueso afirma que este fenómeno "no es una leyenda, sino un hecho histórico, y fue socialmente más importante de lo que pensamos, porque creó oleadas de pánico y dividió a numerosas comunidades". El escritor Horacio Vázquez-Rial (Buenos Aires, 1947) también presentó ayer en San Sebastián su última obra, la novela La pérdida de la razón (Ediciones B), en la que desgrana los temas de la sinceridad, el narcisismo y el amor a través de un personaje con doble personalidad. La muerte de un hombre en una isla del Caribe le sirve al novelista para desentrañar su azarosa vida. Vázquez-Rial llega a la conclusión de que la vida de su personaje (Mariano Urrutia) estuvo marcada de principio a fin por una constante: "Uno escribe para que le quieran", frase que dejó para la posteridad el premio Nobel Gabriel García Márquez.

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