Editorial:

Más allá de la retórica

La primera cumbre entre la Unión Europea y América Latina se cerró ayer en Río con el lanzamiento de un proyecto ambicioso: la creación de un área de libre comercio que englobaría primero a los países de la UE, Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay) y Chile -más de 500 millones de habitantes en total-, para extenderse luego a otras zonas del continente americano. Este programa es un paso más hacia la construcción de un mundo abierto multipolar y, más allá de la retórica usual en estos eventos, descansa sobre unos vínculos económicos que se han reforzado durante la última década: las i...

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La primera cumbre entre la Unión Europea y América Latina se cerró ayer en Río con el lanzamiento de un proyecto ambicioso: la creación de un área de libre comercio que englobaría primero a los países de la UE, Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay) y Chile -más de 500 millones de habitantes en total-, para extenderse luego a otras zonas del continente americano. Este programa es un paso más hacia la construcción de un mundo abierto multipolar y, más allá de la retórica usual en estos eventos, descansa sobre unos vínculos económicos que se han reforzado durante la última década: las inversiones europeas en América Latina se han multiplicado por diez y la UE se ha convertido en el primer socio comercial de Mercosur, por encima de Estados Unidos, aunque con un creciente desequilibrio a favor de Europa. A la luz de estas realidades, resulta insensato que la política europea hacia América Latina esté condicionada por los intereses de unos agricultores temerosos de la competencia. Ese lobby agrícola es el que ha retrasado hasta julio del 2001 las negociaciones sobre reducción de aranceles, aunque el proceso de acercamiento se inicie en noviembre. Puede resultar comprensible que los europeos no quieran ceder ante Mercosur una carta negociadora para la próxima Ronda del Milenio de la Organización Mundial del Comercio, pero hoy es mucho más importante para la UE defender unas inversiones en América Latina que han aumentado de forma espectacular en los últimos cuatro años en telecomunicaciones, finanzas y otros sectores.

Cabe preguntarse si la política de la UE hacia América Latina, troceando sus relaciones con Mercosur, el Pacto Andino, México, Centroamérica o el Caribe no responde a un esquema obsoleto, anterior a la globalización que vivimos y que EE UU parece entender mejor con un enfoque regional. Con la actitud restrictiva de la que ha hecho gala en Río, la UE corre el riesgo de que el proyecto de Área de Libre Comercio para Las Américas (ALCA), impulsado desde Washington, acabe adelantando al suyo.

La primera cumbre UE-América Latina no se ha aprovechado suficientemente. Es de esperar que de aquí a la que se celebrará en España en el 2002 la UE recupere el tiempo perdido y se superen entretanto los graves problemas que atraviesan economías tan importantes como las de Brasil o Argentina. En todo caso, esta cumbre ha demostrado que América Latina es una realidad que dispone de un amplio margen de maniobra y que tiene al menos dos puertas abiertas: una hacia Estados Unidos y otra hacia Europa.

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