GUTIÉRREZ FESTIVAL

El colorido de REM engrandeció "El Guti"

Casi 20.000 personas abarrotan "La Peineta" en una jornada musical agotadora

El estadio de La Peineta acogió anoche la primera edición del Gutiérrez Festival, un acontecimiento musical que pretende aglutinar en una jornada lo que en otros festivales dura dos días, con acampada incluida. Organizado por la misma empresa que en los últimos veranos montó en el Pirineo leridano el Dr. Music Festival (conocido popularmente como La Vaca), el ya bautizado como El Guti, reunió a ocho grupos, con la presencia de Hole y REM.

La experiencia de meter todo el paquete musical en un mismo día, trajo serias consecuencias para los que disfrutaron del Gutiérrez Festival desde el p...

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El estadio de La Peineta acogió anoche la primera edición del Gutiérrez Festival, un acontecimiento musical que pretende aglutinar en una jornada lo que en otros festivales dura dos días, con acampada incluida. Organizado por la misma empresa que en los últimos veranos montó en el Pirineo leridano el Dr. Music Festival (conocido popularmente como La Vaca), el ya bautizado como El Guti, reunió a ocho grupos, con la presencia de Hole y REM.

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La experiencia de meter todo el paquete musical en un mismo día, trajo serias consecuencias para los que disfrutaron del Gutiérrez Festival desde el principio. Se llevaron a su casa un enorme picazón en la espalda y hombros, enrojecidos por los rayos del sol. Los que tiraron de crema protectora, no obstante, también sufrieron lo suyo. La jornada completa resultó agotadora. Desde las tres de la tarde el escenario fue ocupado sucesivamente por el grupo gibraltareño Melon Diesel, los mallorquines Sexy Sadie, los asturianos Manta Ray, los británicos Placebo, los mexicanos Molotov, los estadounidenses Hole y REM y los también británicos Orbital. No hubo tregua entre actuaciones, ni apenas descansos. Un sólo escenario, un único lugar donde concentrar la mirada y las orejas. Si acaso, en los descansos, una vuelta por el mercadillo donde se podían comprar camisetas o discos, hasta hacerse un tatuaje u observar las piruetas arriesgadas que los atrevidos ciclistas y patinadores efectuaban sobre unas pistas montadas para la ocasión. En cualquier caso todo demasiado estresante, a pesar de la estupenda organización y el buen funcionamiento de horarios, servicios, bares, baños -España ya no es diferente- para que tantos estudiantes, ése era el aspecto mayoritario de los asistentes, celebraran el fin de curso.

El calor fue asfixiante durante toda la tarde, pero por la noche entró la brisa. El festival del lucimiento de ombligos fue transformándose en el de las rebecas. Las actuaciones de los grupos españoles, a pesar de celebrarse a la hora de la siesta, pasaron demasiado deprisa. La más aplaudida fuera posiblemente la de Sexy Sadie o el reconocimiento de Manta Ray cuando abordó una misteriosa versión de la banda sonora de la película El padrino. Después la mesura de Placebo, la primera actuación internacional y, qué curioso, empezó con retraso. Tras ellos y sobre el horario previsto, el exabrupto de los mexicanos Molotov, la primera actuación que de verdad puso a brincar al personal.

Con poco aspecto de roquera, apareció en el escenario Courtney Love, la mujer que da cuerpo a Hole. Más embrabecida que en su última grabación, Celebrity skin, a pesar de que su vestimenta, una falda larga de color gris hielo que la hacía parecer una ejecutiva en la cena de Navidad de su empresa. Un gorila pegado a ella le cambiaba constantemente la guitarra, y la ayudó a bajarse del escenario en las primeras canciones. Pero ella sigue dando caña al público. Como en cualquier concierto suyo, en La Peineta no paró de mostrar cierta arrogancia al dirigirse al personal. Se quejaba del sonido, que achacaba a las malas vibraciones "por tocar justo antes de REM". Debe ser otra pose de esta niña bien con complejo de niña mala. Por ahí circula la idea de que aún sigue coladita por Michael Stipe, su cantante. Entre el desboque de sus canciones se mostró sarcástica al hablar de Madrid y España, y llegó a decir, más arrogante si cabe, que si España fuera importante, ella estaría hablando en español y no en inglés. Hasta llegó a enseñar el culo diciendo que eso Michael Stipe no lo haría, y llenó el escenario de seguidoras que los gorilas extraían de las primeras filas para servirles de decorado.

"Todo el mundo quiere ver a REM", reconoció Courtney no sin cierta amargura. "Decidme que me disculpáis por este sonido, que si no no duermo". Pero ni ella se lo creía.

Se bajó del escenario por la parte de delante y no volvió a aparecer.

Y claro que todos querían ver a REM, al fin y al cabo es uno de los grupos más influyentes de los últimos 20 años. La aparición de REM en el escenario, no obstante, se demoró veinte minutos, percance que no pareció importar al impaciente público, que les dio la bienvenida de una forma estruendosa. A los primeros acordes de Lotus, el escenario se llenó de neones de colores. Un delfín, un gorilita, un saturno con su anillo, todo el escenario era un rico muestrario de iconos que de pronto dieron vida a un festival que empezaba a mostrar sus mayores síntomas de agotamiento. Michael Stipe y su grupo se recrearon en UP, su último disco, aunque no desdeñaron acercarse a piezas de su anterior elepé Monsters (What"s the frecuency, Kenneth?, entre ellas), y cómo no, por supuesto, el célebre Losing my religion, que les catapultó a la fama a primeros de los noventa. Con una camisa fucsia y un enorme dominio del escenario Michael Stipe dejó caer piezas como Electrolite, Apologis, para marcharse a los bises con Find the river, todas ellas acogidas con gran regocijo por los asistentes. Ante este maratón, se esperaba en el escenario la presencia de Orbital que sobre la una de la madrugada pondría tranquilidad y sosiego con su pop electrónico a una jornada tan devastadora.

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