Todos como Canales

Antonio Canales es un bailarín/bailaor con personalidad. Ha creado unos modos, indudablemente, y está creando escuela. Cuantos bailan con él acaban bailando como él. Alguno incluso lo hace más complicado todavía, como ese joven Juan de Juan, que teje y desteje con los pies una maraña de pasos y saltos de difícil seguimiento a simple vista.

Viendo este espectáculo, yo diría que la clonación existe en el baile. Porque no sólo es una forma de bailar, es que desde el principio al fin -dos horas y 15 minutos sin intermedio- los estilos y los ritmos se repiten una y otra vez, como si en e...

Antonio Canales es un bailarín/bailaor con personalidad. Ha creado unos modos, indudablemente, y está creando escuela. Cuantos bailan con él acaban bailando como él. Alguno incluso lo hace más complicado todavía, como ese joven Juan de Juan, que teje y desteje con los pies una maraña de pasos y saltos de difícil seguimiento a simple vista.

Viendo este espectáculo, yo diría que la clonación existe en el baile. Porque no sólo es una forma de bailar, es que desde el principio al fin -dos horas y 15 minutos sin intermedio- los estilos y los ritmos se repiten una y otra vez, como si en el flamenco sólo existieran la soleá, la bulería por soleá y la bulería.

Y como por añadidura lo que predomina en ellos de forma determinante es la aceleración constante en los zapateados, los brazos disparados al aire y el frenesí en las percuiones de punta y tacón, uno acaba casi ensordecido por el estruendo.

Por eso cuando a mitad de camino dejan solo en el escenario a El Viejín y su guitarra, para hacer unos toques por Levante que fueron una maravilla, con el cante jondísimo de Montse Cortés, recuperamos la paz y la serenidad.

Fueron sólo unos minutos, pero un remanso de quietud en el fragor de la batalla.