Tribuna

Esperando a que Jamie nos diga la verdad

Recorrido por la "carretera de la muerte", en la que los cráteres de bombas y los restos de misiles suscitan muchas preguntas

Cuando uno observa el lugar donde ha ocurrido una matanza, le suceden dos cosas. Primero, reflexiona sobre las profundidades del alma humana. Y después se pregunta cuántas mentiras se pueden contar. La carretera de la muerte entre Prizren y Djakovica -en la que los serbios aseguran que la OTAN mató a 74 refugiados albanokosovares en una serie de bombardeos- no es una excepción. Pocas horas después de resbalar sobre el cuerpo de un hombre muerto cerca de un viejo puente turco, apenas un día después de contemplar el cuerpo de una niña bellísima -cuyos ojos me miraban con dulzura entre sus párpa...

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Cuando uno observa el lugar donde ha ocurrido una matanza, le suceden dos cosas. Primero, reflexiona sobre las profundidades del alma humana. Y después se pregunta cuántas mentiras se pueden contar. La carretera de la muerte entre Prizren y Djakovica -en la que los serbios aseguran que la OTAN mató a 74 refugiados albanokosovares en una serie de bombardeos- no es una excepción. Pocas horas después de resbalar sobre el cuerpo de un hombre muerto cerca de un viejo puente turco, apenas un día después de contemplar el cuerpo de una niña bellísima -cuyos ojos me miraban con dulzura entre sus párpados medio cerrados, con la parte inferior de la cabeza bañada en sangre-, pude ver por televisión a James Shea, portavoz de la OTAN, que intentaba explicar el viernes por qué la Alianza no sabía aún lo que había ocurrido el miércoles.

Todos esos cadáveres rotos y destrozados que acababa de contemplar -el anciano desgarrado por la mitad y estrellado contra un árbol en Gradis; el esqueleto humeante con un pie todavía sanguinolento y con restos de carne adherida, encima de un remolque en Terezicki Most; el hombre muerto y desnudo, caído sobre el volante de un tractor quemado-, todos eran, al parecer, un misterio para la OTAN. Así que quizá pueda ayudar a aclarar este desgraciado asunto con algunas pruebas -tal vez condenatorias, desde luego importantes- obtenidas en el propio escenario.

Pero antes hagamos una pausa para reflexionar sobre las atrocidades. Los serbios están haciendo la "limpieza étnica" de Kosovo. Eso es un crimen de guerra. Si la OTAN mató a esos 74 albaneses, los serbios han matado a muchos más. El jueves vi en Kosovo cuatro autobuses abarrotados de mujeres, niños y ancianos albaneses aterrorizados, con cortinillas negras en las ventanas para intentar ocultar su presencia. En una plaza de la ciudad desierta de Pozeranje, cerca de Urosevac, vi al menos a 200 albanokosovares de aspecto patético, exhaustos, asustados, con sacos de plástico llenos de ropa y viejas bolsas de viaje, las mujeres mayores con pañuelos, las jóvenes con niños apretados contra su pecho, los ancianos, cubiertos con gorras negras; todos muy juntos en busca de protección, como animales.

Supongo que esperaban a otro autobús, y no fue la primera vez, en estas tres últimas semanas, que pensé en otras escenas semejantes en Europa oriental,hace poco más de medio siglo. En Pozeranje estaba viendo a esa pobre gente -sólo unos segundos, desde la ventanilla de mi vehículo- en el momento preciso de quedar desposeídos de todo, exactamente el día de su "limpieza", a escasas horas de que pasaran a formar parte de los desechos humanos en la frontera serbia, a 18 kilómetros de distancia. Lo que presenciaba era una perversión, un momento de auténtica maldad. Cuando volví a pasar ayer por la ciudad estaba ya vacía, salvo por cuatro caballos que corrían sueltos por la carretera principal.

Así pues, ¿por qué insistir en los 74 albanosokosovares muertos cuyos restos han quedado abandonados, de forma tan indigna, en la carretera entre Prizren y Djakovica? ¿Porque los serbios querían que los viéramos? ¿Porque la OTAN estaba incómoda por las alegaciones serbias sobre la matanza? ¿Porque "equilibra las cosas" -no es verdad- entre Serbia y sus enemigos? No, sospecho que la carretera de la muerte y sus terribles cadáveres no son un reto a la propaganda de la OTAN sino a su moralidad. La Alianza, se nos dice sin cesar, nos representa a "nosotros", las personas buenas, morales y decentes que nos oponemos a las mentiras y el asesinato. Por consiguiente, la OTAN debe responder a las acusaciones, por el bien de todos nosotros. Y las pruebas se encuentran en esa espantosa carretera, con sus cadáveres eviscerados y sus cráteres de bombas.

La OTAN "cree" que bombardeó un tractor en una carretera al norte de Djakovica. De hecho, el portavoz militar de la Alianza declaró el viernes, solamente, que "podía" ser un tractor. James Shea -Jamie, como nos pide que le llamemos- asegura que todavía está intentando averiguar lo que ocurrió con los 74 refugiados. La OTAN necesita más tiempo -nos explica- para evaluar qué bombardeó y qué no bombardeó.

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A lo mejor puedo ayudar a Jamie a acelerar sus investigaciones. De los cuatro lugares que sufrieron el ataque aéreo, he visitado al menos tres -Velika Krusa, Gradis y Terezicki Most-, que se suceden en ese orden, de este a oeste, en la carretera entre Prizren y Djakovica. En los tres sitios encontré cuatro cráteres de bombas. Vi -y, en algunos casos, recogí- varias piezas de bombas y misiles. En Gradis me encontré con parte del circuito impreso de un misil, con los cables solidificados y unidos a una placa que contiene el código del fabricante.

Se publicó algo de esto el viernes. Pero la OTAN va a necesitar toda la información posible para encontrar rápidamente la pista de esta pieza de artillería. El código completo es el siguiente (los paréntesis están vacíos en el original):

SCHEM 872110 ( )

96214ASSY8721122 -

MSN 63341 (los demás números están oscurecidos por la detonación).

A los expertos en armamento de la OTAN deberían bastarles unas cuantas horas para averiguar la procedencia de esa clave, qué avión llevaba ese misil, quién lo disparó. Su piloto -si fue una bomba de la OTAN- podrá explicarnos entonces por qué disparó.

En Velika Krusa vi los restos fundidos de una bomba aérea junto a un remolque destrozado en el que se encontraban las pertenencias de 35 refugiados albaneses, cuatro de los cuales -todas, mujeres- murieron en el ataque. Asimismo tengo en mi poder lo que quizá sea el sistema giratorio de una bomba aérea. Es un cuadrado de 2,5 centímetros, en muy mal estado, que contiene este código (las X representan signos ilegibles): "X6214-837XNY".

En Gradis encontré un fragmento de bomba de gran tamaño, de color verde, con un código de color troquelado en inglés, y con esta leyenda:

WING ASSEMBLY 96214ASSY

78-201872 872128

DATE OF MFG 3/78

Otro fragmento de bomba parecido contenía los números:

96214ASSY 887760-4

También en Gradis, un fragmento que parecía de un detonador incluía parte del nombre del fabricante:

-TER. Co. Inc. 13250 Una vez más, los servicios de información de la OTAN deberían ser capaces de resolver algunas de esas claves en cuestión de minutos. Otro fragmento de bomba tenía la palabra "BENDIX" grabada en el metal. Otros trozos de bombas y misiles poseían partes del ensamblaje de aletas móviles. La mayor parte de la metralla estaba tan afilada que cortaba las manos de cualquiera que la tocara. Los cadáveres mostraban lo que había pasado cuando esos fragmentos de bomba les despedazaron vivos. Uno de los cuerpos que yacían en un campo de Terezicki Most -el de un hombre de cuarenta y tantos años- tenía la parte superior de la cabeza cortada limpiamente, junto con el cerebro y los ojos, de forma que su rostro se había convertido en una máscara teatral. Una mujer de mediana edad, vestida con un jersey violeta y una falda de flores brillantes, y con sus ojos abiertos y el rostro pálido como la cera, tenía el cuello completamente rebanado.

Ahora es posible que la OTAN descubra que esas piezas de bombas y misiles pertenecen a armamento vendido a otros Gobiernos. Quizá pueda afirmar que la bomba aérea cuyo número de ensamblaje del ala figura más arriba se la entregó a alguna nación de los Balcanes. En ese caso, puede ser que diga que las fuerzas aéreas yugoslavas -de las que no se ha visto ni un solo avión en el aire desde que empezaron los bombardeos de la Alianza- fueron las que realizaron esta matanza de refugiados albaneses.

Desde luego, los oficiales del Ejército yugoslavo que estaban presentes en los lugares bombardeados no intentaron, en ningún momento, impedir que los periodistas hicieran fotos de los fragmentos de más tamaño (aunque no pareció que les interesaran mucho los códigos ni que comprendieran por qué me interesaba yo). Vi cómo un fotógrafo arrastraba un fragmento de bomba varios metros más allá y le daba la vuelta para obtener una fotografía mejor. No obstante, teniendo en cuenta el tiempo del que habían dispuesto y el caos existente en la carretera -mientras examinábamos estos sitios continuaban los ataques de la OTAN a poco más de un kilómetro de donde nos encontrábamos-, es imposible creer que los serbios tuvieran tiempo de preparar esas terribles escenas.

En Gradis había restos de ametrallamientos, además de los bombardeos aéreos. Había en la tierra varios hoyos enormes, cada uno de 60 centímetros de longitud, a intervalos irregulares de hasta tres metros, como si un monstruo borracho hubiera ido tambaleándose por el campo y la carretera. Parecían idénticos a las huellas de los disparos de cañón que vi en el escenario de los ataques de los Tankbuster A-10 norteamericanos durante la guerra de 1991 en Kuwait. Pero en la carretera de Prizren a Djakovica no había tanques incendiados; sólo tractores y remolques y un viejo camión amarillento vuelto del revés por la explosión que lo destrozó.

A lo largo de la carretera había otros tractores, algunos carbonizados, la mayoría abandonados en la cuneta, aparentemente en medio del pánico. Los escasos albanokosovares a los que encontramos nos dijeron que ese día -el 14 de abril- había millares en el camino y, por lo visto, avanzaban en ambas direcciones. Los supervivientes han declarado que procedían de la frontera, les habían trasladado a Djakovica y luego las fuerzas serbias les habían ordenado que fueran a Prizren. Casi todos dicen que los serbios no les escoltaban. El jueves vi los horribles autobuses con las cortinillas negras cerca de Prizren, yendo en una y otra dirección. La limpieza étnica no es un arte exacto. Tampoco lo es el miedo. Sin duda, parte de los albanokosovares que estaban en la carretera sintieron terror ante los aparatos que les bombardearon en cuatro puntos distintos. El cuarto ataque se produjo en Meja, al otro lado de Djakovica.

No es difícil imaginar ese terror. Mientras andábamos con gran cuidado entre los cuerpos de Terezicki Most, los aviones de la OTAN arrojaban bombas a un kilómetro de distancia -bombas de dispersión, a juzgar por el sonido- y una serie de explosiones gigantescas alteraban la presión del aire a nuestro alrededor. Mirábamos el cielo. De vez en cuando podíamos oír -pero no ver- a los aviones de la OTAN que caían en picado. Las columnas de humo negro se elevaban sobre los campos de brillante color verde.

Pero no hallamos ningún resto de material militar. Ningún rifle destrozado, ningún fragmento de blindaje. En algunos puntos de la carretera había muchos trozos de cristal, algo que no suele estar muy presente en los vehículos militares. Las víctimas del ataque aéreo parecían ser únicamente civiles. En Terezicki Most conté 13 cadáveres y otros fragmentos de cuerpos. Un misil había golpeado un tractor, había prendido fuego a su remolque y había quemado a todos sus ocupantes. En el depósito de cadáveres del hospital de Prizren, seis cuerpos yacían en el suelo de cemento. A la derecha estaba una mujer con los senos al aire y, junto a ella, con el rostro ensangrentado, un niño de aspecto delicado. El cuerpo de un hombre desconocido estaba medio cubierto por un sudario en el que había clavado un trozo de papel con el número 1 escrito en él. Los nombres de los otros sí los sabemos: Fikrija Sulja, Imer Celja, Ferat Bajrami, Persad Sanfjli y Nerdgivare Zecin.

A lo largo de toda la carretera, junto a las huellas de las bombas, se podían ver ropas y trozos de tela, tazones y platos rotos, álbumes de fotos e instantáneas familiares. Vi fotografías de una guapa joven albanokosovar con una blusa de encaje, rizos y largos pendientes negros, un niño sonriente de cuatro años vestido con camiseta y de pie en un sofá, junto a un jarrón de flores, los padres del niño y otros dos hermanos en el mismo sofá, dos ancianas con pañuelos musulmanes, el certificado de grupo sanguíneo -Rh positivo- de una mujer llamada Rama Resmije, fechado el 16 de marzo de 1993.

¿Está viva o muerta esa mujer? El niño, sus padres y sus hermanos ¿murieron destrozados por los ataques del miércoles? ¿Qué fue de la chica de los pendientes, tan guapa? Si sobrevivieron, merecen saber por qué murieron sus familiares y amigos. Si murieron, nosotros merecemos saber por qué. No tengo ninguna duda de que los mataron bombardeos aéreos. Mucho me temo que los mató la OTAN. ¿Por qué? ¿Fue un terrible error que la Alianza -después del ataque a un tren de pasajeros la semana pasada- tiene miedo de reconocer? ¿O fueron varios pilotos de la OTAN (para esta matanza hicieron falta tres o cuatro aparatos) quienes cometieron el error y acordaron encubrirlo? ¿O -la posibilidad más horrible- un piloto hizo algo espantoso e inexplicable hace dos días y luego mintió sobre ello?

Creo que la OTAN puede aclarárnoslo. Y los que hemos andado entre los muertos inocentes de la carretera entre Prizren y Djakovica esta semana estamos esperando a que Jamie nos diga la verdad.

© Robert Fisk The Independent

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