Reportaje:

La comunidad científica saca el hacha de guerra contra el fraude entre sus filas

Estados Unidos tiene más experiencia que Europa en el control de los investigadores

Un veterinario alemán está acusado de intentar asesinar a un antiguo colega suyo, Guangming Xiong, echándole el veneno digitoxina en el té. Al científico acusado le quitaron el año pasado su título de doctor después de que Xiong declarara a las autoridades universitarias que creía que experimentos importantes de la tesis doctoral de su colega habían sido falsificados. Si resulta ser culpable, este científico no será el primero en haber intentado matar al denunciante.Los científicos saben que, desgraciadamente, siempre habrá casos de fraude perpetrados por trastornados y que muy poco se puede h...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Un veterinario alemán está acusado de intentar asesinar a un antiguo colega suyo, Guangming Xiong, echándole el veneno digitoxina en el té. Al científico acusado le quitaron el año pasado su título de doctor después de que Xiong declarara a las autoridades universitarias que creía que experimentos importantes de la tesis doctoral de su colega habían sido falsificados. Si resulta ser culpable, este científico no será el primero en haber intentado matar al denunciante.Los científicos saben que, desgraciadamente, siempre habrá casos de fraude perpetrados por trastornados y que muy poco se puede hacer al respecto. Pero la comunidad científica está ahora buscando vías para desanimar los casos más corrientes de mala conducta científica (falsificación y manipulación de resultados y robo de ideas o resultados de otros investigadores) perpetrados por científicos que no son necesariamente criminales pero que han perdido el rumbo de la necesaria honestidad absoluta en su trabajo.

Más información

Dado que la autorregulación ha resultado insuficiente, las organizaciones científicas están empezando a introducir nuevos niveles de regulación de la ciencia por la propia comunidad, imponiendo una mano amable pero firme sobre las instituciones científicas y sus investigadores. De cualquier forma los casos de fraude no desvirtúan las fundamentales verdades científicas, porque cualquier descubrimiento importante será inevitablemente comprobado por otros científicos. Esta es la regla básica de la alabada autorregulación que los científicos siempre han considerado protectora frente al engaño.

Pero, a medida que la vida en los laboratorios se ha hecho más competitiva, y especialmente allí donde los experimentos son difíciles de replicar, el fraude y otras formas de mala conducta científica se han convertido en algo menos raro. Según estudios del fenómeno, la motivación a menudo no ha sido la falsificación como tal sino tomar atajos en la búsqueda de una conclusión que el fraudulento cree sinceramente que es correcta.

Alcance impreciso

El alcance de la mala conducta científica no esta claro. Unos temen temen que los casos que llegan a ser de dominio público representan sólo la punta del iceberg; otros siguen convencidos de que la incidencia es baja. Es dificil obtener datos precisos globales, pero la Oficina de Integridad de la Investigación, de los Insitutos Nacionales de Salud (NIH), de EEUU, recibió mil alegaciones de mala conducta entre 1993 y 1997; investigó hasta el final 150 casos y concluyó que en la mitad de ellos se había producido dicha mala conducta, sobre todo falsificación de datos. En esos cinco años fueron 150.000 los proyectos de investigación financiados por los NIH.

Dinamarca fue el primer país en afrontar el asunto del fraude estableciendo, en 1992, un Comité contra la Falta de Honestidad Científica. Nada especial había sucedido allí, pero los daneses querían asegurarse de que no se pruducirían escándalos en sus laboratorios.

Alemania había sido más complaciente. Hasta 1997, la idea era que los científicos alemanes estaban tan bien cuidados que no necesitarían engañar para prosperar. Entonces el sistema recibió el golpe de lo que probablemente es el mayor -y sin duda más dramático- caso de fraude en Europa: dos investigadores de cancer y antiguos amantes, Friedhelm Herrmann y Marion Brach, fueron acusados de haber falsificado sistemáticamente resultados de investigaciones en unas 60 publicaciones. ¿Como pudo ser posible que tal nivel de engaño permaneciera oculto durante tantos años?

Frente a esto el DFG, el mayor organismo alemán de adjudicación de fondos de investigación, reaccionó diseñando unas directrices detalladas de salvaguarda de las buenas prácticas científicas. Para todo el que trabaje en esto, se ha establecido una lista de cosas obvias: asegurarse de que se establecen líneas claras de responsabilidad, de que se entrena debidamente a los jóvenes, de que se hacen registros de laboratorio a prueba de manipulación y de que existen procedimientos para examinar las denuncias de fraude de manera que resulte protegido el acusador y sea tratado con justicia el acusado.

De cualquier forma, como dicen los ingleses, se puede llevar un caballo al agua pero no obligarle a beberla. El DFG sabe que las universidades de talante independiente no aceptaran de buen grado que se les diga qué tienen que hacer. Asi que añadió nuevas reglas: este organismo no dará fondos para investigación a ninguna universidad que no tenga sus reglas a punto en 2002. Por ello todas las universidades que hacen investigación en Alemania han aceptado implementar las directrices en los próximos tres años, y varias lo han hecho ya.

Las directrices del DFG señalan otro punto clave: toda universidad o instituto de investigación debe tener un ombudsman que actúe como confidente de los jóvenes investigadores. Los profesores son generalmente muy poderosos en Alemania, como en otros países europeos, y normalmente irreprochables. Un jóven que detecte comporamiento deshonesto puede estar demasiado asustado para decirle a su profesor que algo está podrido en su reino.

Otras comunidades científicas están ahora empezando a salir de su complacencia. Francia comienza ahora a encarar el tema de la mala práctica científica, pese a que el Consejo de Presidentes de Universidad afirmó recientemente que no se necesitan códigos de conducta porque la ciencia universitaria es intrínsecamente honesta.

Los consejos británicos de investigación han publicado ahora sus propias directrices para evitar la mala conducta científicia y manejar los casos en que surjan. Los consejos aplican presión indirecta sobre las universidades. Exigen que quienes disfruten de fondos firmen una declaración en el sentido de que el trabajo será hecho en instituciones con códigos aceptables de regulación de las prácticas, de manera que se transfiere a quienes reciben la financiación la responsabilidad si hay prácticas incorrectas.

Financiación

Asi es como funcionan las cosas en Estados Unidos. Allí las organizaciones de investigación operan con un seguro en la adjudicación de fondos. Para aspirar a recibir financiación, una institución tiene que aceptar que la investigación que se haga entre sus paredes será realizada y controlada según una larga lista de condiciones que incluye lo esencial de los códigos de práctica correcta que ahora se discuten en Europa.

Pero en EEUU se ha prestado mucha más atención a cómo afrontar, más que a prevenir, el fraude. Las organizaciones científicas europeas se centran sobre todo en la prevención y miran con horror, compartido por el científico estadounidense normal, los largos y agobiantes procesos que acompañan a los casos de fraude en ese país y que causan un gran daño.

[En España, los organismos de investigacion no tiene comités ni regulaciones específicas para combatir el fraude científico. Ante un caso que surgiese, informa un portavoz del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se formaría un comité ad hoc con especialistas del área, se podría abrir un expediente informativo que, en caso de demostrarse la acusación, podría desembocar en expediente administrativo.]

Archivado En