El viaje de Clinton da esperanzas a los palestinos e irrita al Gobierno israelí

Netanyahu pide disculpas a la Casa Blanca por los comentarios hostiles de sus ministros

El presidente de EEUU, Bill Clinton, se está convirtiendo en la esperanza del pueblo palestino, a costa de transformarse en el aliado incómodo de Israel. El Gobierno de Yasir Arafat ha ordenado recibir con júbilo a Clinton, quien inició anoche su visita de tres días a la región. Por su parte, el Gabinete de Benjamín Netanyahu intenta por todos los medios disimular la irritación que le provoca su llegada. Anoche, en el aeropuerto de Ben Gurión, Netanyahu dejó de lado la incomodidad que le ha producido esta visita para dar la bienvenida al impulsor del acuerdo Wye, que no logra abrirse paso.
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El presidente de EEUU, Bill Clinton, se está convirtiendo en la esperanza del pueblo palestino, a costa de transformarse en el aliado incómodo de Israel. El Gobierno de Yasir Arafat ha ordenado recibir con júbilo a Clinton, quien inició anoche su visita de tres días a la región. Por su parte, el Gabinete de Benjamín Netanyahu intenta por todos los medios disimular la irritación que le provoca su llegada. Anoche, en el aeropuerto de Ben Gurión, Netanyahu dejó de lado la incomodidad que le ha producido esta visita para dar la bienvenida al impulsor del acuerdo Wye, que no logra abrirse paso.

"Su visita puede contribuir al gran cambio que se necesita para volver a poner la paz en marcha", dijo Netanyahu, aludiendo a los enfrentamientos registrados en los últimos días con los palestinos, que han nublado el acuerdo firmado en octubre en Washington. "Siempre habrá nubes en el proceso de paz, pero la paz es la única opción", respondió Clinton. Su llegada ha causado esta vez más satisfacción entre los palestinos que, tradicionalmente hostiles a los estadounidenses, ven en este viaje una oportunidad para el reconocimiento."Nosotros tenemos un sueño, la paz y la independencia". La Autoridad Palestina ha distribuido en las últimas horas millares de carteles con esta inscripción entre los comerciantes de Belén y Gaza, exigiéndoles que los coloquen en un lugar visible y obligándoles así a recibir con júbilo a Clinton.

Las mismas autoridades han empezado a colgar también en las principales avenidas de las dos ciudades banderas palestinas y norteamericanas, tratando especialmente de ponerlas bien altas, para que no puedan ser robadas por los jóvenes airados palestinos que suelen qumarlas.

"Es cierto. Nosotros tenemos una esperanza: que el presidente hable en serio con los israelíes y se arreglen por fin todas las cosas, pero al mismo tiempo creemos que esto es muy difícil, ya que él es el más firme aliado de Israel y cambiar esto es un sueño imposible", aseguraba ayer un verdulero de la calle de la Estrella en Belén.

La operación de entusiasmo popular decretada por Arafat es una maniobra con la que se trata de comprometer a la Administración norteamericana en los intereses del pueblo palestino, sustrayendo así a la Casa Blanca de su habitual propensión a defender los intereses judíos, según círculos políticos.

La operación esta provocando sentimientos contradictorios entre la población palestina, quien se dispone a recibir, con una mezcla de escepticismo, esperanza e impotencia, la llegada de Clinton, convertido de la noche al día en su mejor amigo. Ayer esta incomprensible situación fue visible en los alrededores de la Tumba de Raquel, a las puertas de Belén, donde un grupo de unos 100 escolares, situados debajo de una gran pancarta con la que se daba la bienvenida a Clinton, se dedicaban a acosar con piedras a los soldados israelíes.

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Este nuevo capítulo de la intifada, que desde hace dos semanas recorre los territorios autónomos palestinos y que se ha saldado ya con cuatro muertos y cerca de un millar de heridos, está dirigido por el Club de los Prisioneros, una organización unitaria creada en 1993, a través de la cual se intenta lograr la liberación de los 3.800 reclusos políticos de cárceles israelíes.

"Nosotros pactamos en Wye la liberación de los presos políticos y no la de los comunes. Quizá la visita de Clinton nos ayude a solucionar el problema", insiste Issa Qarage, de 39 años, vecino de Belén y máximo promotor de la protesta.

El Gobierno israelí trata, por su parte, de disimular la irritación que le provoca la llegada del presidente de EEUU, quien, en su opinión, se muestra demasiado proclive a defender a los palestinos.

El Ayuntamiento de Jerusalén ha puesto en pie un equipo de limpieza especial cuyo único objetivo es sacar de los muros de la ciudad aquellos carteles de propaganda que pudieran incomodar a la delegación norteamericana, dejando los que apoyan el proceso de paz y quitando las inscripciones de "Clinton, vete a casa". Las cuadrillas municipales no podrán, sin embargo, borrar los comentarios de una buena parte del equipo de Netanyahu, quien estos días lanzó todo tipo de vituperantes mensajes para que Clinton se incomodara y suspendiera su visita.

"¿Es que ustedes no quieren que venga Clinton?", preguntó finalmente en un tono inquisitivo un alto funcionario de la Casa Blanca al ministro de Exteriores israelí, Ariel Sharon, cuando se divulgaron algunos comentarios vejatorios. La llamada de atención del gabinete norteamericano provocó una carta personal de disculpa que Netanyahu envió a Washington. Nunca un dirigente norteamericano había sido tan mal recibido en Israel.

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