Crítica:POP

Reinventando el pop-rock

Como si saliera de los oscuros recovecos de la fenecida sala Marquee, la música de este trío madrileño sonó ante una creciente y fiel parroquia con energía y gusto. Con sólo un álbum de debú a sus espaldas, el grupo parece haber cogido buena carrerilla en lo que supone su inmediata implantación en el mundillo del pop español, aunque la cuestión de cantar en inglés siempre les restará posibilidades comerciales en el mercado al que deberían pertenecer de modo natural: el hispanohablante. Producto del ensamblaje entre la voz costelliana de Carlos Oliver y la guitarra nuevaolera de José Nortes, l...

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Como si saliera de los oscuros recovecos de la fenecida sala Marquee, la música de este trío madrileño sonó ante una creciente y fiel parroquia con energía y gusto. Con sólo un álbum de debú a sus espaldas, el grupo parece haber cogido buena carrerilla en lo que supone su inmediata implantación en el mundillo del pop español, aunque la cuestión de cantar en inglés siempre les restará posibilidades comerciales en el mercado al que deberían pertenecer de modo natural: el hispanohablante. Producto del ensamblaje entre la voz costelliana de Carlos Oliver y la guitarra nuevaolera de José Nortes, la música de The Bolivians es un cruce de influencias musicales que viajan desde Police a Jakob Dylan, con parada y fonda en todos los sonidos que conformaron esa etiqueta que dio tanto de sí en su momento: el pop-rock.Ellos lo reinventan, lo agitan y lo sirven en forma de pequeñas piezas rápidas y agradables, a cuyos estribillos tal vez les falte aún un punto de rotundidad, punto esencial de las canciones con vocación de trascendencia.

The Bolivians

Carlos Oliver (bajo y voz), José Nortes (guitarra y coros), Bon Alarcón (teclado y coros) y Chrystian (batería). Sala Moby Dick. Madrid, miercoles 9 de diciembre

No obstante, la ejecución de algunos de sus mejores temas -como A hand on my hand, la delicada balada My little sister o la rabiosa For you- hizo brotar del respetable una cantidad de aplausos que marcaron decididamente el aprobado.

Como signo de evidente y despreocupada osadía, la banda se atrevió con una versión de salón del clásico de Deep Purple Smoke on the water.

Con una actitud artística que recuerda -salvando las necesarias distancias- a la de uno de los pioneros en hacer pop en inglés -el grupo Tam Tam Go-, es de esperar que el intento de hacer una música más o menos feliz no caiga en saco roto en una España musical, la del 98, que aún padece los efectos de la tendencia de la década a hacer música torturada.

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