España mantiene su postura sin variaciones

Frente a las nuevas posturas alemanas, España utilizó otro enfoque, completamente distinto.En esta ocasión, los diplomáticos españoles optaron por mantener intactas no sólo sus legítimas reivindicaciones -mantenimiento de la política estructural, apoyo cerrado a la Agenda 2000, fuerte oposición a la reducción de gastos-, sino también su táctica de no mover pieza, ni siquiera aparentemente, en la convicción de que cualquier muestra de flexibilidad ahora la pagaría cara inmediatamente, y en el cálculo de que la verdadera negociación no empezará sino hasta dentro de mucho tiempo.

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Frente a las nuevas posturas alemanas, España utilizó otro enfoque, completamente distinto.En esta ocasión, los diplomáticos españoles optaron por mantener intactas no sólo sus legítimas reivindicaciones -mantenimiento de la política estructural, apoyo cerrado a la Agenda 2000, fuerte oposición a la reducción de gastos-, sino también su táctica de no mover pieza, ni siquiera aparentemente, en la convicción de que cualquier muestra de flexibilidad ahora la pagaría cara inmediatamente, y en el cálculo de que la verdadera negociación no empezará sino hasta dentro de mucho tiempo.

Si hay que hacer concesiones, llegarán en el último minuto, es la consigna aplicada por Madrid. La expresión de esa defensa se plasmó en un apalancamiento jurídico, mediante una continua referencia a los deberes y derechos que establece el Tratado.

Por ello, el ministro de Asuntos Exteriores español, Abel Matutes, se negó a reconocer públicamente que exista un problema alemán. "Niego que haya un problema alemán o un problema español", mantuvo, para generalizar: "No conozco ningún país que no tenga problemas, todos los tienen, nosotros no estamos enrocados, ni practicamos el no pasarán, sino que estamos defendiendo unos derechos reconocidos en el Tratado".

El ministro Matutes hizo, sin embargo, un esfuerzo de lenguaje diplomático, al ser preguntado por qué fórmulas plantea para resolver lo que otros países socios consideran su problema, es decir, la excesiva carga presupuestaria.

Postuló que "consigamos fórmulas equilibradas en las que todos hagamos sacrificios en proporción a nuestra capacidad de poder hacerlos", teniendo en cuenta que "los países de la cohesión tienen menos capacidad" para apretarse aún más el cinturón.

En realidad, prácticamente todos los países -excepción hecha de Alemania en el asunto de la cohesión, y Francia, que admitió aplicar alguna austeridad a los gastos agrícolas- se limitaron a reiterar sus posiciones, tanto sobre la Agenda 2000, como sobre la estabilización del gasto o la reforma de los recursos propios: es decir, sobre todos los componentes de la "batalla financiera". Pese a ello, el presidente de turno, el austriaco Wolfgang Schlussel, destacó el acercamiento en algunos asuntos de detalle, a ver si con ellos se salva la cumbre.

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