OT, pasión por los platos

Situado en la suburbial calle Torres del populoso barrio barcelonés de Gràcia, OT es un txokito que cuenta con poco más de cuatro mesas. Un modesto restaurante de diseño muy personalizado, mobiliario minimalista y mil y un detalles epatantes, tales como recipientes de cristal conteniendo agua y piedras de colores en lugar de los consabidos floreros en las mesa o jaboneras utilizadas como platos. En esta casa se desenvuelven como pez en el agua los jóvenes y muy bien preparados cocineros Oriol Lagé y Felip Planas, que hace ya un par de años sorprendieron con sus osadas creaciones en el certame...

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Situado en la suburbial calle Torres del populoso barrio barcelonés de Gràcia, OT es un txokito que cuenta con poco más de cuatro mesas. Un modesto restaurante de diseño muy personalizado, mobiliario minimalista y mil y un detalles epatantes, tales como recipientes de cristal conteniendo agua y piedras de colores en lugar de los consabidos floreros en las mesa o jaboneras utilizadas como platos. En esta casa se desenvuelven como pez en el agua los jóvenes y muy bien preparados cocineros Oriol Lagé y Felip Planas, que hace ya un par de años sorprendieron con sus osadas creaciones en el certamen de alta cocina de Vitoria, y a los que se suma de forma entusiasta Cristóbal Cortés, sumiller extraordinariamente comunicativo y eficaz que, dentro de su total informalidad, sabe bien lo que hace en sala. Esta cuadrilla de amigos ofrece una culinaria creatíva, osada y sumamente divertida No existe una carta, sino un menú cambiante cada tres semanas y media -no es el título de ninguna película, al igual que el nombre del restaurante no responde a sigla alguna, sino a un capricho azaroso-. El último de estos menús caprichosos del que hemos disfrutado en este restaurante, regado con un apreciable y curioso vino del Penedés, consistió en una sopita de guacamole con granizado de tomate y pincho de pulpo en sashami, orejones y ensalada al aceite de cilantro. Le seguía una versión futurista de un clásico popular: caracoles caramelizados y ligeramente picantes sobre un carquinyoli (pasta muy típica catalana), en este caso de cacahuete. Continuó la fiesta gastronómica con pequeños canelones de bacon ahumado e higos acompañando una ensalada de marisco y habas a la menta, crujientes lecheritas de ternera y almendras con arroz cremoso de alcachofas y hongos, un reconfortante caldo de boletus con ravioli de pato y tallarines de calamar aromatizado a la piña y al jengibre, lomo de dentón con farsellets (atadillos) de tripa com la fa la mare, crema de garbanzos y aceite suave de chorizo ibérico y corte de yogur y dátiles con coca de torreznos. Y un postre diferente, como no podía ser menos: verduras dulces y mousse de queso de cabra.

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