Tribuna:

Déficit de voluntad

Europa padece un déficit de voluntad, por no decir de capacidad, política para hacerse cargo de su propia defensa. Sin embargo, en los últimos días se han dado algunos síntomas de que tal estado de cosas puede cambiar, aunque sea en una lenta transición. Muchos fueron los intervinientes que pusieron de relieve este déficit en el I Foro Internacional EL PAÍS- Le Monde sobre Las nuevas dimensiones de la seguridad. Pero mientras para algunos el problema mayor es que Europa no está dispuesta a gastarse en defensa lo que debería para hablar de tú a tú a EE UU, para otros, el problema ...

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Europa padece un déficit de voluntad, por no decir de capacidad, política para hacerse cargo de su propia defensa. Sin embargo, en los últimos días se han dado algunos síntomas de que tal estado de cosas puede cambiar, aunque sea en una lenta transición. Muchos fueron los intervinientes que pusieron de relieve este déficit en el I Foro Internacional EL PAÍS- Le Monde sobre Las nuevas dimensiones de la seguridad. Pero mientras para algunos el problema mayor es que Europa no está dispuesta a gastarse en defensa lo que debería para hablar de tú a tú a EE UU, para otros, el problema está no tanto en la cuantía del gasto cuanto en su dispersión, pues, según este punto de vista, Europa gasta lo suficiente, pero mal.La semana pasada se produjo una interesante novedad: la reunión en Viena de ministros de Defensa de la Unión Europea (UE). Aunque de carácter informal, ha producido un debate franco y abierto, cuando reuniones de este tipo eran, hasta ahora, un tabú. No son los países neutros los que han apretado el freno en Viena, sino, fundamentalmente, Dinamarca. El Reino Unido, en la línea marcada por Tony Blair, quiere reactivar esta dimensión, aunque no ha concretado aún unas propuestas excesivamente marcadas por la búsqueda de una compensación a la no participación, aún, de ese país en el euro.

Parece darse una coincidencia en la apreciación de que la OTAN es lo único que hay: la verdadera estructura militar de la UE es la OTAN. Con ciertas limitaciones, pues algunos países de la UE no están en la Alianza, y otros que están en ésta (Turquía o Noruega) no pertenecen a aquella. Y está el problema francés. Una disputa entre París y Washington impidió el año pasado la plena integración francesa en la OTAN renovada. Francia parece, sin embargo, estar pensándoselo dos veces. Es la que lidera la constitución, bajo el mando de un general francés, de la Fuerza de Extracción de Kosovo, encargada de intervenir si los 2.000 observadores desarmados de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) que van a controlar los acuerdos sobre el terreno se vieran en peligro. Tal fuerza, en principio, dependerá del Mando Supremo Aliado de la OTAN en Europa y del mando subordinado para el Sur, justo el que estaba en el centro de la polémica franco-americana el año pasado, pues Francia propugnaba su europeización. ¿Estamos ante una reintegración encubierta o disimulada? El tiempo lo dirá. En todo caso, por vez primera en este terreno, París y Londres podrían converger.

Así, pues, el sempiterno debate vuelve a arrancar, aunque se siga utilizando esa expresión cargada del polvo de años de una Identidad Europea de Defensa, sin querer mirar de frente a un futuro que puede implicar, en el terreno militar e industrial, un conflicto de intereses con Estados Unidos.

El "déficit de voluntad" espera a ser colmado. Incluso obviando el hecho de que la UE siga careciendo de una política exterior común digna de ese nombre, no es seguro de que Europa tenga voluntad de poder. De momento, como en Kosovo y cada vez más en Bosnia, Europa pone hombres y dinero, mientras Estados Unidos pone el impulso y su superioridad en tecnología militar, especialmente en inteligencia. Puede incluso atisbarse una japonización de Europa, es decir, una política exterior (común) fundamentalmente económica, comercial y de ayuda al desarrollo y humanitaria.

Pero en esta tensión entre lo que un participante llamó "la transición y la voluntad" -pues mucho ha cambiado Europa desde la divisoria de aguas históricas de 1989-1991- puede surgir un impulso creativo que permita que triunfe eso que se ha venido a llamar "el optimismo de la inteligencia" frente al "pesimismo de la voluntad".

aortega@el pais.es

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