EMPRESAS Y EMPRESARIOS

Entre la huerta y los talleres

La cooperativa guipuzcoana Goizper invertirá en tres años 1.500 millones de pesetas y creará 42 empleos

En tres años 1.500 millones de inversión y 42 nuevos puestos de trabajo. Las obras de ampliación de las instalaciones ya han empezado. La cooperativa Goizper, situada en Antzuola (Guipúzcoa), ha presentado su proyecto de ampliación al Plan Ekimen del Gobierno vasco de apoyo al empleo y la inversión. Sin embargo, lleguen o no las ayudas las obras ya se han puesto en marcha con autofinanciación. Robando sitio a la montaña y justo debajo de donde se cruzarán la Y ferroviaria vasca con la autopista Urbina-Malzaga se prepara el terreno donde se edificará el nuevo pabellón. La cooperativa se puede s...

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En tres años 1.500 millones de inversión y 42 nuevos puestos de trabajo. Las obras de ampliación de las instalaciones ya han empezado. La cooperativa Goizper, situada en Antzuola (Guipúzcoa), ha presentado su proyecto de ampliación al Plan Ekimen del Gobierno vasco de apoyo al empleo y la inversión. Sin embargo, lleguen o no las ayudas las obras ya se han puesto en marcha con autofinanciación. Robando sitio a la montaña y justo debajo de donde se cruzarán la Y ferroviaria vasca con la autopista Urbina-Malzaga se prepara el terreno donde se edificará el nuevo pabellón. La cooperativa se puede sencillamente definir como dos empresas en una y una gran vocación exportadora. La facturación en 1998 rondará los 4.200 millones de pesetas con un beneficio aceptable y las exportaciones suponen el 60% del total de estas ventas. La primera pata del negocio son los pulverizadores. Un negocio limpio que no tiene nada que ver con la segunda pata, los embragues, frenos y levas para maquinaria industrial. Iñaki Beldarrain, director gerente de Goizper Sociedad Cooperativa asegura que su empresa se basa en un producto estacional y otro cíclico. Dos negocios Dos pabellones independientes, conectados por un pasillo, sellan la división que da estabilidad y seguridad a la empresa. Los embragues, las levas y los frenos son productos de claramente industriales cuya venta depende de la situación del mercado de sus clientes, esencialmente el mundo de los bienes de equipo que vive pegado a los ciclos de la economía. "Hace unos años estos productos se vendían por catálogo de una forma homogénea. Hoy se trata de hacer un traje a la medida. Cada cliente busca un producto que se ajuste a sus necesidades", indica Beldarrain. En esta clave juega un papel esencial la informatización. Las ordenes de los clientes se introducen por códigos de barras en máquinas totalmente automatizadas. "Somos hijos de nuestro entorno. Tenemos mucho oficio para resolver los problemas de la industria de aquí y somos menos potentes en la industria que no está presente en la zona, como pueda ser la médica o informática", dice Beldarrain al justificar que gran parte de sus clientes en este campo pertenecen a las industrias de máquina herramienta. Este motivo les lleva a que sólo exporten el 30% de los embragues, frenos y levas que fabrican. Es curiosamente un mercado como Japón, donde tienen incluso catálogos propios, el más importante. En 90 países Con los pulverizadores las cifras son exactamente al revés: el 70% de las ventas se van al exterior. Aunque el producto depende de las estaciones de año, no en todo el mundo se fumiga a la vez, los resultados son positivamente sorprendentes. Su producto está en más de 90 países de los cinco continentes, bien con marca propia o con la del distribuidor o firma química. "En los países más desarrollados vendemos para fumigar en jardines y huertas y en los menos desarrollados, donde hay minifundismo, para la agricultura. En latinoamérica se nos conoce como la celestita, la azulita", afirma Beldarrain recordando que el pulverizador en zonas como África es un producto de primera necesidad. Su marca propia estrella es Matabi que viene de algo tan sencillo como mata bichos. Goizper, que diseña completamente todos sus modelos de pulverizador, desde el manual hasta el de mochila o el eléctrico, subcontrata las partes plásticas. Un dato que muestra su importancia es que de los pulverizadores de espalda puede vender al año cerca de 400.000 unidades. Una de las claves del éxito es la calidad. Su meta no es sólo servir en 48 horas, sino dar un producto que responda.

Una apuesta de futuro

300 millones de pesetas para Investigación y Desarrollo (I+D). El viejo pabellón de una tornillería venida a menos se está convirtiendo, gracias a las ganas de Goizper de "dar algo más", en una centro de formación, investigación y desarrollo. 1.250 metros cuadrados, que bajo el nombre de Olaker, impulsado por Goizper y algunos de sus proveedores, quiere convertirse en un centro tractor que asimile las nuevas tecnologías. "Este es un sector donde todo cambia a gran velocidad y en el que hay que aportar algo más. La fábrica está prácticamente automatizada e informatizada, así que hay que hacer un esfuerzo esencial en innovación", asegura Iñaki Beldarrain, director general de Goizper. El 50% del nuevo centro se va a dedicar a formación y a aulas y van a trabajar cerca de 20 personas que no van a estar conectadas a la producción diaria. Hoy en día ya trabaja en I+D el 10 % de la plantilla, un porcentaje nada usual. La inauguración de Olaker se hará, si las obras siguen su curso normal a finales de año. Este proyecto se ha convertido en la gran apuesta de futuro que les dará algo más.

Hacer una empresa social

"Antzuola era un pueblo sin industria condenado a perder habitantes. Así que unos profesionales del pueblo decidieron poner en marcha una empresa de carácter social fundada dentro del espíritu de Arizmendarrieta". Iñaki Beldarrain, director general de la cooperativa Goizper, recuerda así como se inició un largo camino de éxito en 1959 en un pequeño pueblo guipuzcoano situado entre Bergara y Zumárraga. La idea de crear empleo con una empresa diferente llegaba de la mano de la doctrina del fundador de las cooperativas de Mondragón, el padre Arizmendarrieta. Los primeros pasos de Goizper se dieron en un pequeño bajo de 250 metros cuadrados. Allí los 11 cooperativistas, en su mayoría maestros industriales e ingenieros técnicos, que comenzaron la aventura empresarial decidieron apostar por la subcontratación de mecanizado. Sin embargo, la vocación industrial les hacía presagiar que el futuro sólo llegaría con la obtención de un producto propio, y llegó. Uno de los socios fundadores, -el año pasado se jubiló ya el último que quedaba en la empresa-, se fue a la Feria de Burdeos (Francia) y allí en uno de los puestos vió que había un producto, un pulverizador de productos químicos que podían perfectamente copiar. Con no pocos problemas en la frontera de Irún-Hendaya llevó el aparato hasta Antzuola donde tras despiezarlo en presencia de sus socios decidieron copiarlo. El desarrollismo La llegada del primer producto no supondría el abandono de la subcontratación, que esencialmente se hacía para las cooperativas de Mondragón. Así, en pleno desarrollismo y a las sombra del plan de Estabilización de 1959, Fagor les propuso fabricar embragues para máquinas, piezas que permitiesen que la máquina estando en marcha pasara de una situación de punto muerto a una de trabajo. La única condición era que se buscaran una buena licencia y a poder ser alemana. Lo hicieron sin problemas. Durante poco más de dos años se dedicaron a producir bajo licencia, lo que les permitió adquirir la tecnología suficiente como para hacerse con otro producto propio. Este producto con el tiempo fue ampliándose a otros también de carácter industrial: los frenos para maquinarias y las levas -pieza mecánica que permite cambiar velocidades y ritmos a las máquinas-. Así las cosas, la subcontratación fue poco a poco dejando paso a la cartera de producto propio. Hoy en día la subcontratación es solamente algo ocasional. Lograr tener dos productos les permitió poco a poco irse situándose en dos mercados completamente diferentes y crecer.

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