Tribuna:

Un modelo de democracia

JUSTO NAVARRO Me parece que Manuel Chaves hizo lo que debía cuando acompañó hasta la cárcel a Vera y Barrionuevo, seguido por autobuses que transportaban a la infantería socialista andaluza: socialistas de infantería se llamaban a sí mismos tres vecinos de Palomares del Río que habían emprendido con su líder el viaje hasta la puerta verde de la cárcel de Guadalajara, según contaba la crónica de Pablo Ordaz en este periódico. Los tres sevillanos de Palomares se declaraban absolutamente convencidos de la inocencia de sus compañeros, y los arropaban en el momento amargo de la cárcel, mucho más a...

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JUSTO NAVARRO Me parece que Manuel Chaves hizo lo que debía cuando acompañó hasta la cárcel a Vera y Barrionuevo, seguido por autobuses que transportaban a la infantería socialista andaluza: socialistas de infantería se llamaban a sí mismos tres vecinos de Palomares del Río que habían emprendido con su líder el viaje hasta la puerta verde de la cárcel de Guadalajara, según contaba la crónica de Pablo Ordaz en este periódico. Los tres sevillanos de Palomares se declaraban absolutamente convencidos de la inocencia de sus compañeros, y los arropaban en el momento amargo de la cárcel, mucho más amargo para el reo que se cree injustamente condenado. El PP andaluz atacó fulminantemente el viaje multitudinario de Chaves: mejor sería, apuntaba el PP, que le ofreciera calor a la víctima del secuestro por el que fueron condenados el ministro y su lugarteniente. Pero el PP olvida que los dos condenados nunca han dejado de proclamar su inocencia, a pesar de que el Tribunal Supremo encontrara pruebas para condenarlos: no se sienten responsables de la suerte de ninguna víctima. Chaves arropa a sus amigos porque, además de ser sus amigos, son inocentes, injusta y dolorosamente condenados. Por otra parte, el escándalo del PP resulta escandaloso: jamás se ha arrepentido de nada su fundador Fraga, que, entonces jefe del PP, desde la oposición apoyó rotundamente, fraguianamente, la política antiterrorista del PSOE en tiempos de Barrionuevo. Quizá Fraga recordaba su propia experiencia como ministro de la Gobernación, cuando, en la agonía del franquismo, el terrorismo policial y de extrema derecha no se contentaba con amenazar a los asesinos de ETA. Chaves es un dirigente socialista y, como tal, defiende las ideas de su partido en este caso: inocencia de Vera y Barrionuevo, falta de pruebas, prescripción de los crímenes, juicio político. Respaldando a los dos encarcelados, uno de ellos hijo predilecto de un municipio andaluz, Chaves es fiel a sus amigos y a sus votantes. ¿Qué pensarían los votantes del PSOE si la máxima autoridad del partido no secundara en primera línea las directrices del partido que le da sus votos para que presida la Junta? Otra cosa es que esos votantes, a la vista de cómo son las cosas, dejen de serlo en el futuro. Es el peligro improbable que corren Chaves y su partido siendo Chaves y su partido. Pues, si los dos socialistas condenados son de verdad inocentes, ¿por qué sus amigos repiten una y otra vez la diabólica idea lanzada por Jordi Pujol, según la cual ni Barrionuevo ni sus policías hubieran ido a la cárcel en países sanamente democráticos como Alemania, Gran Bretaña o Francia? Es más: ni siquiera se habría celebrado un juicio. ¿Está recordando Pujol famosas operaciones asesinas contra asesinos del Ejército Rojo alemán o del IRA irlandés, e incluso contra ecologistas franceses? Quienes recitan las palabras de Pujol como si fueran el rezo de una nueva religión parecen pensar que estos dos inocentes son inocentes porque, hayan hecho lo que hayan hecho, cumplían su deber de sanos gobernantes democráticos, más dignos de nuestro voto precisamente porque quizá sean culpables.

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