Crítica:CINE

Cóctel eficaz

Precedida por la maledicencia de la información sesgada, que ha apuntado antes a la opción sexual de su protagonista femenina que a los valores o deméritos de la película en cuestión, Siete días es la astuta revisitación de uno de los filones mayores del cine de aventuras, el que sitúa su acción en los remotos Mares del Sur, aquí con el agregado de las frágiles avionetas, un cruce que sugiere evocaciones de Howard Hawks y John Ford, y que tiene en los amores improbables, los peligros y las islas desiertas sus efectivas señas de identidad. Cóctel potencialmente volátil, pero casi siempre efec...

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Precedida por la maledicencia de la información sesgada, que ha apuntado antes a la opción sexual de su protagonista femenina que a los valores o deméritos de la película en cuestión, Siete días es la astuta revisitación de uno de los filones mayores del cine de aventuras, el que sitúa su acción en los remotos Mares del Sur, aquí con el agregado de las frágiles avionetas, un cruce que sugiere evocaciones de Howard Hawks y John Ford, y que tiene en los amores improbables, los peligros y las islas desiertas sus efectivas señas de identidad. Cóctel potencialmente volátil, pero casi siempre efectivo, el que mezcla a hombres y mujeres con experiencias vitales en las antípodas con los bellísimos paisajes solitarios y la posibilidad de vivir, aunque sea por un periodo limitado de tiempo, una ficción de libertad total, que vuelve a demostrar aquí su efectividad. Aunque sea de la mano de un director y productor tan descaradamente comercial, tan desaforadamente convencional, como Ivan Cazafantasmas Reitman, y aunque a la postre no sea su guión lo que se dice una pieza maestra para estudiar en las escuelas de cine. El filme, sencillo y competente, se deja ver sin ningún problema.

"Seis días y siete noches,"

Dirección: I. Reitman. Guión: M. Browning. Música: R. Edelman. Nacionalidad: Estados Unidos, 1998. Intérpretes: Harrison Ford, Anne Heche, David Schwimmer, Jacqueline Obradors, Temuera Morrison.

La gran razón por la que esto sucede no es otra que la excelente química que se establece entre sus dos máximos protagonistas, Harrison Ford y Anne Heche. Como ocurrió siempre en el género, gran parte del peso de estos filmes -a decir verdad, de cualquier filme clásico- reposa prioritariamente sobre ese indefinible, sutil lazo que comienza en la selección del elenco, continúa en el hallazgo de profesionales cuyo arquetipo se ajuste a lo pedido y culmina en un guión escrito y pensado a la medida de los protagonistas.

Efusión adrenalínica

Aquí las cosas funcionan de mil maravillas entre ese curtido expropietario de una empresa de aviación que lo dejó todo para vivir de su avioneta en Tahití y la joven editora de una neoyorquina revista del corazón. Y lo hace a partir de cosas que siempre resultan, desde que el cine es cine: el obstáculo de la edad, compensado por la efusión adrenalínica que proporciona el peligro, la atracción sexual, el espacio abierto como sinónimo de eliminación de todo tipo de tabú social. Ford y Heche se las apañan para hacer olvidar al respetable que no hay en la ficción otros personajes al margen de ellos mismos, que se mueve a partir de un guión tramposo y con sorprendentes y llamativas debilidades. Tanto da: el chico encuentra chica funciona tan bien que deja en un discreto, medido y pudoroso segundo término las debilidades de un filme que sólo se justifica por los dos nombres que encabezan su reparto... y por lo acertado de una elección a priori tan improbable.

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