Tribuna:

Gaza

Hoy el presidente Aznar pasará una jornada en la franja de Gaza, uno de los dos componentes territoriales en los que, a duras penas y sin los atributos de la soberanía estatal, gobierna la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que encabeza Arafat. La otra parte del territorio, Cisjordania, no es contigua, está fragmentada, despiezada al estilo de los bantustanes del antiguo apartheid surafricano, y los palestinos tienen restringida su libertad de movimientos. Además, sólo el 27% de Cisjordania ha sido cedido a la ANP. El resto continúa bajo control exclusivo y total de Israel.En las actuales cond...

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Hoy el presidente Aznar pasará una jornada en la franja de Gaza, uno de los dos componentes territoriales en los que, a duras penas y sin los atributos de la soberanía estatal, gobierna la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que encabeza Arafat. La otra parte del territorio, Cisjordania, no es contigua, está fragmentada, despiezada al estilo de los bantustanes del antiguo apartheid surafricano, y los palestinos tienen restringida su libertad de movimientos. Además, sólo el 27% de Cisjordania ha sido cedido a la ANP. El resto continúa bajo control exclusivo y total de Israel.En las actuales condiciones la Autonomía Palestina es un absurdo geográfico, político, económico y social, y únicamente la recuperaciónde lo que un día fue proceso de paz podría dar algún sentido a la misma, la cual tarde o temprano habrá de constituirse en Estado, por más que el Gobierno Netanyahu se empeñe en combatir tal posibilidad.

Por otro lado, ningún Gobierno judío de ningún signo ha permitido hasta el momento que la comunidad palestina reduzca su dependencia económica de Israel ni que configure su economía de acuerdo con sus propias necesidades. Por si fuera poco, el continuo cierre por los israelíes de las fronteras de Gaza como represalia política y la ausencia de estabilidad política en los territorios daña la economía y empobrece crecientemente a la población.

Sólo la constitución de lazos permanentes entre ambas partes de la Autonomía, la libre entrada de trabajadores palestinos en Israel y una permanente comunicación con el mundo exterior pueden garantizar el desarrollo económico-social de Palestina. Empero, nada de ello es factible sin la reanudación del proceso político bloqueado desde hace año y medio por Netanyahu, quien el mes pasado y según la prensa de su país amenazó con "incendiar Washington" si Clinton llegara a culparle del estancamiento de dicho proceso.

Ante este cúmulo de circunstancias no parece que el momento elegido por el Gobierno español para viajar a Israel y Palestina sea el más oportuno. La relación del primer ministro israelí con Europa es igualmente tensa y éste ha amenazado asimismo con excluir a la UE del proceso (¿hasta dónde está incluida?) si persiste en referirse a los territorios palestinos como ocupados.

No es pues sorprendente que en mayo el ministro francés de Asuntos Exteriores, Hubert Vedrine, declarase a la prensa israelí que "es imposible convocar una conferencia de países decididos a salvar el proceso de paz con la participación del señor Netanyahu".

En cualquier caso y dado que el señor Aznar se encuentra hoy allí, nada mejor que Gaza para apreciar la completa dimensión de la condición palestina. El presidente va a estar unas horas (lo que no da para mucho) en un territorio de 378 km2 donde viven -es un decir- 1.100.000 personas, lo que supone una densidad demográfica de 2.888 por km2 (en Cisjordania es de 295 y en España de 78).

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Muchas de esas gentes -de las cuales prácticamente la mitad no tiene trabajo y cuyo 50,3% son jóvenes menores de 15 años- pasan el día interrogándose sobre el porvenir en la esperanza de poder mejorar su condición individual como seres humanos o de alcanzar una condición colectiva que las aleje de la entidad paria que es hoy la Autonomía Palestina. Con el fin de apuntalar una posibilidad de futuro se sirven de la memoria histórica para evocar unos derechos que perdieron pero que muchos sueñan con recuperar.

Tras recorrer la franja y la ciudad de Gaza durante unos días, el extranjero -que al entrar ha visto híper estrictos controles de seguridad impuestos por el Ejército y la policía israelíes- puede albergar la impresión de que se halla en un campo de concentración.

A esta sensación (cabe preguntarse cómo será la de los habitantes de Gaza, que no disponen de la misma versatilidad para entrar o salir) contribuye la presencia de 5.000 colonos judíos armados hasta los dientes en asentamientos/ fortines dentro de la propia banda de Gaza.

Todas las demás circunstancias y factores -incluidos los responsables por acción u omisión- que configuran la injusticia cotidiana e histórica de los palestinos, la indignidad de su actual situación, han sido suficientemente explicados. Un penetrante alarido de ira, que ninguna alambrada puede contener, es un mal presagio para Oriente Próximo.

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