Editorial:

Alarde de tradición

Si la humanidad se hubiera empeñado en respetar todas las tradiciones sin modificarlas un ápice, lo más probable es que siguiéramos siendo caníbales. Afortunadamente, las personas sensatas han ido sugiriendo e introduciendo cambios a lo largo de los siglos en las fiestas populares y religiosas, de forma que hoy podemos asistir a ellas sin sentirnos avergonzados. Pero no en todos los casos. En Irún, la mayoría de los vecinos no está dispuesta a aceptar que un grupo de mujeres participe en el desfile del Alarde de la misma forma en la que lo hacen los hombres: chaqueta negra, boina roja y escope...

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Si la humanidad se hubiera empeñado en respetar todas las tradiciones sin modificarlas un ápice, lo más probable es que siguiéramos siendo caníbales. Afortunadamente, las personas sensatas han ido sugiriendo e introduciendo cambios a lo largo de los siglos en las fiestas populares y religiosas, de forma que hoy podemos asistir a ellas sin sentirnos avergonzados. Pero no en todos los casos. En Irún, la mayoría de los vecinos no está dispuesta a aceptar que un grupo de mujeres participe en el desfile del Alarde de la misma forma en la que lo hacen los hombres: chaqueta negra, boina roja y escopeta al hombro.La tradición, aseguran, es que cada compañía, integrada exclusivamente por varones, elija a una mujer para ser su cantinera. Así se ha hecho desde hace más de un siglo y así se hará hasta el fin de la historia, según los defensores del Alarde tradicional. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco dictó en enero pasado una resolución que conmina a los organizadores a permitir que junto a los hombres puedan desfilarlas mujeres en idénticas condiciones. Pero los defensores de la tradición rechazan el veredicto del tribunal. Por esa razón, este año habrá, por primera vez en 117 años, dos Alardes oficiales, que discurrirán por distintos itinerarios. En uno, sólo desfilarán hombres y las mujeres serán cantineras; en el otro, hombres y mujeres participarán por igual. Es el cisma del Alarde.

Algo, poco, se ha avanzado desde el año pasado. Entonces, los tradicionalistas -respaldados por PNV, socialistas y Partido Popular- se confabularon para aislar a las mujeres que se atrevieron a desafiarles; y algunos -hombres y mujeres- primero les insultaron soezmente y luego les arrojaron botellas y piedras. Quizá este año no se repitan aquellas vergonzosas agresiones. Pero el cisma es un desafío absurdo de los partidarios del inmovilismo, que puede reproducirse el próximo mes de septiembre en Hondarribia, donde existe la misma polémica. Si desde aquí defendemos el derecho de las mujeres a participar en el desfile si así les place, no es porque nos emocione verlas con la escopeta al hombro, sino porque están ejerciendo un derecho civil. Y porque no nos gusta la carne cruda.

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