Tribuna:EL ESCAPE RADIOACTIVO DE ACERINOX

El Consejo de Seguridad Nuclear y el cesio

El autor rechaza que el organismo que preside haya actuado con lentitud y secretismo en la fuga radiactiva en Algeciras

La base de la vida social en una democracia es que las instituciones sean responsables ante la opinión pública. Por eso es importante que exista una opinión pública activa y alerta para exigir responsabilidades, pero, por eso también, la información que reciben los ciudadanos debe ser precisa y permitirles formarse un juicio correcto. En caso contrario se puede dar la paradoja de que se critique a las instituciones cuando asumen sus responsabilidades y no cuando las eluden, con lo que, a la postre, se estaría favoreciendo que los responsables ante la opinión pública optaran por la línea de men...

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La base de la vida social en una democracia es que las instituciones sean responsables ante la opinión pública. Por eso es importante que exista una opinión pública activa y alerta para exigir responsabilidades, pero, por eso también, la información que reciben los ciudadanos debe ser precisa y permitirles formarse un juicio correcto. En caso contrario se puede dar la paradoja de que se critique a las instituciones cuando asumen sus responsabilidades y no cuando las eluden, con lo que, a la postre, se estaría favoreciendo que los responsables ante la opinión pública optaran por la línea de menos resistencia: escurrir el bulto y desviar hacia terceros toda posible crítica.Esto viene al caso de la rara unanimidad sobre el supuesto secretismo y la lentitud de la actuación del Consejo de Seguridad Nuclear en torno a la contaminación atmosférica por cesio 137 en el sur de Europa, cuyo origen puede ser una fuente radiactiva quemada en el horno para chatarra de la planta de Acerinox, en Algeciras. Los hechos son éstos: el día 9 de junio, la empresa comunicó al CSN que se había detectado contaminación radiactiva por este isótopo en el sistema de filtrado de humos. Los días 10 y 11 se inspeccionó la planta, se confirmó la existencia de dicha contaminación y se adoptaron las medidas pertinentes de control. El día 12 se fijó un plan de descontaminación y un calendario para la revisión del personal que pudiera haberse visto afectado. (Hasta ahora, sólo en cinco casos se han encontrado huellas, pero en cantidades 200 veces inferiores a las tolerables).

El día 11 se supo también que estaciones en el sur de Francia, Suiza y el norte de Italia habían detectado niveles del isótopo en la atmósfera. A partir de aquí comienza a crearse la bola de nieve sobre la lentitud y el secretismo del CSN. Ante la alarma en el sur de Europa, las autoridades no disponían de información, y esto sólo podía implicar un error del CSN. Pero no es así: el problema es que las estaciones españolas no habían registrado una presencia de cesio 137 en la atmósfera en cantidades superiores a las normales, con excepción de la de Palomares (Almería), y en ésta los niveles eran muy inferiores a los encontrados en las estaciones del sur de Europa, y desde luego muy alejados de cualquier nivel de riesgo.

Esto puede implicar que el sistema español de análisis atmosférico, tanto el del CSN como el de Protección Civil, no funciona, o que la corriente de vientos hizo circular los aerosoles de cesio por el Mediterráneo, lejos de las costas de nuestro país. En todo caso, cabían dos posibilidades: descartar que tenga ninguna relación con la presencia del isótopo en Francia, Suiza e Italia o tratar de buscar una explicación para que la contaminación de la planta de Algeciras pueda haber afectado a esos países sin tener repercusión en el nuestro. Lo que querría subrayar es que el CSN optó por la segunda posibilidad: considerar que sería demasiada coincidencia la doble aparición del cesio 137, y buscar la posible explicación. Es evidente que la posición conservadora y secretista, por cierto, muy enraizada en viejos hábitos de la Administración, habría sido negar cualquier conexión y dejar la carga de la prueba a quienes sostuvieran lo contrario.

A la luz de la información recibida del Instituto Nacional de Meteorología existe una explicación simple: los vientos en los días de los hechos pudieron haber llevado los humos contaminados sobre el Mediterráneo y hasta los países afectados, dejando sólo un rastro lateral y muy pequeño en Almería. Es una hipótesis apoyada en hechos, pero una hipótesis que pretende explicar una conexión que sólo se plantea cuando en el sur de Europa se detecta el isótopo, ya que en nuestro país no había tenido incidencia. No cabe hablar ni de lentitud ni de secretismo: el día 11 (dos días después de la comunicación del incidente) se supo de la alarma en aquellos países y se comprobó la contaminación en Algeciras, y el día 12 todos los organismos y los medios de comunicación fueron debidamente informados, sin que en ningún momento se hubiera producido un riesgo o alarma en España.

Lo sucedido plantea algunos problemas. Debe aclararse si la empresa demoró la comunicación al CSN de la contaminación del filtro de humos; puede pensarse además en endurecer la regulación en lo que se refiere a la importación y tratamiento de chatarras, pues todo apunta a chatarra importada, y cabe imaginar que la ausencia de controles en otros países (los del Este, en particular) lleve a que esta situación pueda repetirse. Pero se diría que los mecanismos de regulación y control actualmente existentes en España han funcionado correctamente.

Si, como creo, así ha sido, es evidente que ofrecer la imagen contraria sólo puede tener efectos negativos. Por un lado, desacreditar al organismo regulador, lo que disminuiría su capacidad para controlar (y en su caso sancionar) a las empresas e instalaciones que caen en su ámbito, y por otro, inducir un clima de incertidumbre social: es muy difícil restablecer la confianza en cuestiones de seguridad, donde la tendencia natural es la desconfianza. Pero además se puede incentivar la actitud más conservadora e irresponsable en las instituciones, la actitud que supuestamente se pretende combatir. Nada más fácil que desviar responsabilidades, culpando a la empresa o a otras administraciones, y enrocarse en la ausencia de información previa y de incidencia en nuestro país de los hechos. No es lo que ha hecho el CSN, y al menos se debería reconocer.

Juan Manuel Kindelán es presidente del Consejo de Seguridad Nuclear.

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