Alarde y consenso

Otro año perdido en el camino hacia un Alarde unitario y consensuado. La cerrazón de algunos mandos ultratradicionalistas al rechazar la propuesta de los mediadores, ha echado al traste con las esperanzas de muchos iruneses. Ha sido una pena, ya que dicha propuesta había sido asumida por el sector favorable a la incorporación de la mujer y venía a conjugar el delicado equilibrio entre legalidad y tradición, posibilitando un escenario provisional de mutuo respeto y convivencia. Estos jauntxos modernos que se autodenominan "mandos", están acabando por emular la pretendida cerrazón inicial del se...

Otro año perdido en el camino hacia un Alarde unitario y consensuado. La cerrazón de algunos mandos ultratradicionalistas al rechazar la propuesta de los mediadores, ha echado al traste con las esperanzas de muchos iruneses. Ha sido una pena, ya que dicha propuesta había sido asumida por el sector favorable a la incorporación de la mujer y venía a conjugar el delicado equilibrio entre legalidad y tradición, posibilitando un escenario provisional de mutuo respeto y convivencia. Estos jauntxos modernos que se autodenominan "mandos", están acabando por emular la pretendida cerrazón inicial del sector feminista más radical, cayendo en el defecto que tanto habían criticado: la intransigencia. Todavía más triste es el papel que desempeña ese importante sector de mujeres contrarias a la emancipación de sus semejantes. Nada nuevo bajo el sol, ya que, históricamente, la mujer ha sido la principal enemiga de sí misma a la hora de luchar por la igualdad entre sexos. Baste recordar la feroz oposición del Traditional Women"s Club inglés, hace ya un siglo, a la justa lucha de sus compañeras sufragistas. Entonces, como hoy, se alegaban razones basadas en el concepto de tradición para frenar su empuje. A las puertas del siglo XXI, nadie puede vivir de espaldas al Estado de Derecho y mucho menos inducir o arrastrar a sus conciudadanos hacia posiciones ilegales en materia tan sensible como los derechos civiles. Más allá de nuestra condición biológica de hombres o mujeres está el hermoso concepto de persona o ser humano que nos engloba a todos, haciéndonos iguales en el sufrimiento o la diversión. Si hoy aceptamos la discriminación por el sexo, estaremos dejando la puerta abierta a que mañana sean motivos de raza o religión los que prevalezcan, para regocijo de los cuatro eusko-talibanes que hoy se ocultan tras el velo de la tradición. A pesar de todo,sigo creyendo que, más pronto que tarde, el sentido común se impondrá entre nosotros. Mientras tanto, todos, hombres y mujeres, tenemos un hueco en el único Alarde libre para personas libres.- Xabier Pérez Herrero. Irún.