FERIA DE SAN ISIDRO

A cuchilladas

La mayoría de los toros murieron acuchillados. Los acuchillaron los rejoneadores, que al parecer tienen confundida la suerte de matar con el navajeo. Y, encima, les dieron orejas. Se las dio ese presidente nuevo en la actual temporada, que lleva camino de convertirse en uno de los peores presidentes conocidos en los más de 60 años de historia de la plaza de Las Ventas.¿Se puede dar la oreja a uno que tras pinchar donde Dios permita le ha metido al toro una horrible cuchillada en el brazuelo? ¿Se pueden dar dos a otro que mató el toro a la última, vengan pasadas, y aún precisó que su compañ...

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La mayoría de los toros murieron acuchillados. Los acuchillaron los rejoneadores, que al parecer tienen confundida la suerte de matar con el navajeo. Y, encima, les dieron orejas. Se las dio ese presidente nuevo en la actual temporada, que lleva camino de convertirse en uno de los peores presidentes conocidos en los más de 60 años de historia de la plaza de Las Ventas.¿Se puede dar la oreja a uno que tras pinchar donde Dios permita le ha metido al toro una horrible cuchillada en el brazuelo? ¿Se pueden dar dos a otro que mató el toro a la última, vengan pasadas, y aún precisó que su compañero de collera -llamado Ojeda- lo despenara barrenando con el descabello? Evidentemente, se puede.

Ortigao / Cuatro rejoneadores

Toros desmochados para rejoneo de Ortigao Costa, mitad mansos mitad bravos, todos dieron juego.Luis Domecq: rejón en un brazuelo, pasada en falso y se echa el toro (palmas y saluda). Pablo Hermoso de Mendoza: pasada en falso, rejón trasero bajo, pinchazo y rejón contrario (ovación y saludos). Antonio Domecq: pinchazo hondo trasero contrario, pasada en falso, pinchazo trasero contrario bajo, dos pasadas en falso y rejón descordando (silencio). Paco Ojeda: rejón trasero caído, otro bajo, rueda de peones, pinchazo, golletazo, nuevo pinchazo y rejón descordando (pitos). Por colleras.- Hermanos Domecq: pinchazo y rejón en un brazuelo (oreja con escasa petición y algunas protestas). Hermoso-Ojeda: pasada en falso, pinchazo, otra pasada en falso, rejón ladeado y, pie a tierra, descabello (dos orejas); ambos salieron por la puerta grande. Presenció la corrida la Condesa de Barcelona desde el palco real. Plaza de las Ventas, 6 de junio. Penúltima corrida de feria (18ª de abono, suspendida el 23 de mayo por lluvia). Lleno.

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Si está en el palco ese funcionario o alguno de sus colegas que tal bailan, se puede. Y venga barro: porque las dos orejas abren la puerta grande. Es cuestión matemática, perfectamente reglamentada: dos orejas = puerta grande. Y por ella se cuela con todo el desparpajo del mundo el barrenador, que en su toro anterior montó un sainete de galopadas, de caballazos, de rejonazos en los costados, en el cuello, en el espinazo trasero del pobre toro, hasta descordarlo y dejarlo convertido en fiambre.

El que nombra a estos presidentes triunfalistas, siempre a favor de los toreros, de los ganaderos, de los empresarios, nunca de la afición y menos aún de la fiesta -que seguramente ni quieren ni conocen y seguramente ni les interesa-, es responsable de las bochornosas actuaciones y de los intolerables atropellos que cada día se están produciendo en la plaza de toros de Madrid.

El político al que están atribuidas las competencias sobre espectáculos y demás asuntos taurinos, y el equipo de Gobierno al que pertenece, y el partido (popular) que le apoya, son culpables por su demostrada incompetencia, por su injustificable dejación de funciones ante las tropelías de todo ese taurinismo zafio que trama, engaña y si es necesario corrompe desde la más absoluta impunidad, despreciando los derechos del público y la autenticidad de una fiesta única, que siendo patrimonio de todos los españoles la están convirtiendo en la vergüenza nacional.

Todo vale en Madrid y si salen caballos debajo de caballistas con mayor motivo, pues a los taurinos y ese remedo de autoridad les vale la coartada de un público ingenuo y bueno que acude a divertirse. Y se divierte aplaudiendo. Y al estilo de los presidentes no conoce tampoco -ni le interesa saber; para qué- por dónde va la vaina del toreo, del torero, y de la fiesta de los toros.

No es que los caballistas -y sus caballos- les dieran mucho motivo para aplaudir, pues en la tarde de autos no estaban finos. Se exceptúa a Pablo Hermoso de Mendoza, la figura indiscutible del momento, que les pasa a todos por arriba en cuestión de amor propio, de autenticidad, de seriedad y de torería. Aunque quizá se haya dicho una redundancia pues la torería conlleva seriedad, autenticidad y amor propio. Toreó con exposición y templanza, técnica y arte, a un manso. Y llegado el momento de banderillear, tomaba el terreno adecuado, citaba en corto, reunía al estribo, salía sosegado y armonioso de la suerte.

Sus colegas no utilizaron igual técnica. Luis Domecq y Antonio Domecq reunían a la grupa, si bien lucieron su condición de buenos rejoneadores para encelar y cuartear. Paco Ojeda reunía tras la grupa -a veces a una distancia inverosímil de la grupa-, sin desdoro de su puro estilo campero. O quizá el estilo fuera rústico; aunque es casi lo mismo y si se dice es por el dichoso prurito de matizar.

Perpetraron después colleras y fue el disloque. Las colleras son una brutalidad. No por los acuchillamientos precisamente -que esos ya venían de atrás- sino por la burla cruel de que se hace objeto al toro desmochado e indefenso. Y les regalaron orejas. Y a dos los sacaron triunfantes por la legendaria puerta de Madrid. Y a los pocos aficionados que había en la plaza se les iba a caer la cara de vergüenza.

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