Crítica:CINE

Un hada contra la muerte

A lo largo de siete largometrajes, el argentino Eliseo Subiela (Buenos Aires, 1944) se ha convertido en uno de los realizadores más importantes del cine latinoamericano, tanto por contar un mundo extremadamente personal como por conseguir que sus nada fáciles películas lleguen con regularidad a España y tengan éxito entre un cada vez mayor número de admiradores.Se da a conocer con la trilogía integrada por Hombre mirando al sureste (1986), Últimas imágenes del naufragio (1989) y El lado oscuro del corazón (1992), que muestra su personal e irreal estilo al contar desgarradas historias de amor i...

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A lo largo de siete largometrajes, el argentino Eliseo Subiela (Buenos Aires, 1944) se ha convertido en uno de los realizadores más importantes del cine latinoamericano, tanto por contar un mundo extremadamente personal como por conseguir que sus nada fáciles películas lleguen con regularidad a España y tengan éxito entre un cada vez mayor número de admiradores.Se da a conocer con la trilogía integrada por Hombre mirando al sureste (1986), Últimas imágenes del naufragio (1989) y El lado oscuro del corazón (1992), que muestra su personal e irreal estilo al contar desgarradas historias de amor imposible, llenas de nostalgia y sentimentalismo, apoyadas en sólidas bases literarias e incluso en poesías, en concreto de su admirado Mario Benedetti, que llega a hacer un papel en la última de estas películas.

Pequeños milagros Director y guionista: Eliseo Subiela

Fotografía: Daniel Rodríguez. Música: Osvaldo Montes. Argentina, 1997. Intérpretes: Julieta Ortega, Antonio Birabent, Francisco Rabal, Héctor Alterio, Ana María Picchio, Mónica Galán, Marifel Álvarez. Estreno en Madrid: Paz, Ideal.

Sus posteriores trabajos se mueven en una misma dirección, pero tanto No te mueras sin decirme adónde vas (1995), como, sobre todo, Despabílate amor (1996), cada vez aparecen más cercanas del realismo. Con Pequeños milagros (1997), su reciente estrenada película, vuelve a su mundo más personal, alejado del realismo y cada vez más cercano de la fantasía al contar la vida cotidiana de un hada que vive en Buenos Aires y llega a la conclusión de que no existe la muerte.

La joven Rosalía está obsesionada por las hadas hasta que se da cuenta de que es una de ellas, mientras trabaja como cajera en un supermercado y dedica su tiempo libre a leer a ciegos, una que tiene un misterioso admirador y otro, español, que le descubre la poesía de Pessoa. En medio, una terrible madre, un padre que la abandonó de niña y un joven que se enamora a través del ordenador.

Con estos elementos, Eliseo Subiela hace una película lenta, sin apenas historia, que se sitúa entre sus mejores trabajos. Gracias a tener la osadía de, en esta época de sofisticados efectos especiales, utilizar los más antiguos y sencillos, y centrarse en la simple vida de algunas mujeres que creen en el tango, el destino, las hadas, el amor, la felicidad, hasta llegar a la convicción de que la muerte no existe.

Gran parte del atractivo de Pequeños milagros se debe a que la protagonista está encarnada por Julieta Ortega, una joven actriz que Subiela logra convertir en un hada auténtica que queda fascinada por Pessoa mientras lee su obra a un sobrio Francisco Rabal, y que despliega su belleza al hablar con un apesadumbrado Héctor Alterio.

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