Un museo al aire libre

Las cien piezas que componen el patrimonio escultórico de Vitoria, instaladas a lo largo y ancho de la ciudad, han dejado de ser mudos testigos del transcurrir del tiempo para convertirse en protagonistas. La iniciativa Un paseo por la escultura, organizada por el Ayuntamiento para dar a conocer entre los vitorianos la riqueza artística de estas obras, es la responsable. Desde ayer, ciudadanos interesados por el arte recorren en pequeños grupos, de diez personas como máximo, los itinerarios fijados por el departamento de Cultura para ver y analizar con sus propios ojos y escuchar de labios de ...

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Las cien piezas que componen el patrimonio escultórico de Vitoria, instaladas a lo largo y ancho de la ciudad, han dejado de ser mudos testigos del transcurrir del tiempo para convertirse en protagonistas. La iniciativa Un paseo por la escultura, organizada por el Ayuntamiento para dar a conocer entre los vitorianos la riqueza artística de estas obras, es la responsable. Desde ayer, ciudadanos interesados por el arte recorren en pequeños grupos, de diez personas como máximo, los itinerarios fijados por el departamento de Cultura para ver y analizar con sus propios ojos y escuchar de labios de expertos en la materia las características estilísticas e históricas de las esculturas. Datos anecdóticos aderezan las explicaciones de los guías para hacer más amenos los recorridos. El programa está dirigido al público en general, al que se han reservado los sábados y domingos. El resto de la semana los grupos escolares, culturales o asociaciones, que lo deseen pueden aprovechar la iniciativa. Con un objetivo meramente divulgativo, el proyecto no incluye datos excesivamente técnicos. Estas cuestiones quedan reservadas a los cursos que desde hace unos meses organiza también el Consistorio de la ciudad para los profanos en la materia. Recorridos de hora y media Nueve vitorianos sin ninguna vinculación especial con las Bellas Artes, pero interesados en saber más de esas obras que se encuentran a cada paso, estrenaron el programa. Durante hora y media, siguieron el primero de los itinerarios previstos, atendiendo a las explicaciones de Mónica, una guía sin experiencia en estas lides que se disculpó por su nerviosismo en el mismo lugar de la cita. Entre su auditorio, dos jóvenes estudiantes de Física y Auxiliar Administrativo, Dorleta y Mari Cruz, respectivamente, explicaban que su presencia en el recorrido se debía al "interés por saber algo de unas esculturas que llevas viendo toda la vida". Su sorpresa al ver rehabilitada y pintada la Caja Metafísica, de Jorge Oteiza, trabajos realizados hace algo más de un año, revelaba hasta qué punto habían pasado desapercibidas estas obras artísticas hasta que decidieron unirse a la visita guiada. Para Javier Prusilla, otro de los paseantes, la vertiente artística del itinerario era lo menos importante. Su participación se debía al afán por conocer todo lo relacionado con Vitoria. Pertrechado con un álbum repleto de fotografías de esculturas, apuntaba los datos que aportaba la guía y faltaban en su archivo. El recorrido sigue un criterio cronológico. El monumento a la Batalla de Vitoria, erigido en mitad de la plaza de la Virgen Blanca, fue el primero en someterse a la curiosidad del grupo. Representativa de la ortodoxia clásica, la escultura fue levantada en 1917 en piedra y bronce para conmemorar el centenario de la victoria contra los franceses. A sus pies, una placa conmemora las prospecciones que para buscar agua realizaron los vitorianos del siglo pasado y que se saldaron con un rotundo fracaso. El heterogéneo grupo, con miembros de ambos sexos y diferentes edades, acudió después a la Plaza de la Provincia, a poco más de 200 metros de distancia, donde se encuentran las esculturas de homenaje a los diputados foralistas Prudencio María de Verástegui y Miguel Ricardo de Álava, de Carlos Imbert; la imagen de Mateo de Moraza, de Agapito Valmijana: y la citada obra de Jorge Oteiza. La siguiente escala tuvo como objetivo el monumento al Conde de Peñaflorida, en la plaza del mismo nombre, de Josetxu Aguirre. El túnel del tiempo, de Xabier Santxotena; Hombro con hombro, de Agustín Ibarrola; el Homenaje a los Fueros, de Eduardo Chillida; Fortaleza y templanza, de Joaquín Lucarini; El caminante, de Juan José Eguizabal; y Reflexión, de Casto Solano fueron las piezas que completaron el recorrido. El segundo itinerario fijado por Cultura incluirá la escultura Murru, de Josetxu Aguirre, y el conjunto escultórico de los jardines del Museo de Bellas Artes, integrado por trece piezas. La elección de un recorrido u otro depende "del perfil de cada grupo y sus intereses concretos", apuntó la guía.

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