Crítica:CINE

Una maravilla

El espectador español que tenga como referencia de Alain Resnais las películas que podía ver en las pantallas comerciales, en los lejanos años en que se estrenaban puntualmente entre nosotros -la última hace la friolera de 18 años: Mi tío de América, en 1980-, se llevará una soberana sorpresa: nada hay en On connaît la chanson que recuerde la gravedad de aquel discurso, ni de muchas otras de sus películas, de Hiroshima, mon amour a Muriel Desde entonces, el siempre inquieto Resnais se ha ido adentrando por terrenos de experimentación. Y On connaît... está cerca de esa voluntad de experiment...

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El espectador español que tenga como referencia de Alain Resnais las películas que podía ver en las pantallas comerciales, en los lejanos años en que se estrenaban puntualmente entre nosotros -la última hace la friolera de 18 años: Mi tío de América, en 1980-, se llevará una soberana sorpresa: nada hay en On connaît la chanson que recuerde la gravedad de aquel discurso, ni de muchas otras de sus películas, de Hiroshima, mon amour a Muriel Desde entonces, el siempre inquieto Resnais se ha ido adentrando por terrenos de experimentación. Y On connaît... está cerca de esa voluntad de experimentación que sigue compartiendo con otros directores de su generación, como el gran Jacques Rivette.

On connaît la-chanson Dirección: Alain Resnais

Guión: Agnès Jaoui y Jean Pierre Bacri. Fotografía: Renato Berta. Francia, 1997. Intérpretes: Pierre Arditi, Sabine Azéma, A. Jaoui, J. P. Bacri, André Dussolier, Lambert Wilson, Jane Birkin. Estreno en Madrid: Alphaville (en V. 0. S.)

On connaît... se sitúa en el justo punto medio entre la clásica comedia de enredos y el musical, si por tal entendemos una película en la que los personajes recurran tanto el diálogo como a las canciones para expresar sus estados de ánimo. Y es ahí justamente donde reside su máxima originalidad: en que la banda sonora anexa a los diálogos rompe por completo con todos los moldes de uso de ese recurso a lo largo de la historia del cine.

Porque no se trata aquí de que cada actor cante, o que sea doblado por un cantante determinado, sino de encontrar la canción que más convenga a cada circunstancia. De ahí que en la banda sonora aparezcan fragmentos de lo más conocido de la música popular francesa, de Aznavour a Bécaud, de Albert Préjean a Serge Gainsborough de Dalida a Jacques Dutronc, de Johnny Halliday a Sylvie Vartan o, en un guiño espléndido, a la propia Jane Birkin, también personaje, la única que en realidad canta con su voz. Esta operación permite, por un lado, la identificación del público francés con su rico tejido cultural -que la cosa funciona lo dicta la lluvia de galardones que el filme ha obtenido en los últimos meses-, pero por otro, también una calculada, brillante operación de distanciamiento.

El resultado es una desopilante colección de momentos espléndidos, un caleidoscopio de personajes que se encuentran y desencuentran a partir de las relaciones que entre sí establecen. Resnais trabaja con sus actores y con esa peculiar banda sonora con el acierto de un alquimista, mezclando las dosis sin pasarse de la raya; pero al mismo tiempo, rompiendo con fruición las expectativas del respetable, que nunca sabe cuándo se van a lanzar a cantar, ni qué canción será la invocada.

Y a la postre, la película se constituye en una gozosa comedia de equívocos, en la que el espectador siempre sabe algo más que los personajes, y en la que no falta también una mirada comprensiva del autor hacia sus criaturas. Tierna, grácil, inteligente, On connaît la chanson es la forma más brillante de volver al cine de un creador con mayúsculas, al que debemos algunos de los mejores momentos de nuestra memoria cinematográfica.

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