Una exposición conmemora el centenario del pintor Bores

La galería Elvira González (General Castaños, 9), de Madrid, presentó ayer una exposición de Francisco Bores (Madrid, 1898-París, 1972), en el centenario de uno los más destacados miembros históricos de la Escuela de París, término éste de muy difusa significación, salvo, precisamente, cuando se trata de artistas de la generación y la calidad de Bores. Afincado en París desde 1925, la vida artística de Bores tuvo un signo inequívocamente francés, pero sin anulación de sus propias raíces. La muestra que ahora se exhibe consta de unas 18 obras, en distinto soporte y técnica pero que han sido se...

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La galería Elvira González (General Castaños, 9), de Madrid, presentó ayer una exposición de Francisco Bores (Madrid, 1898-París, 1972), en el centenario de uno los más destacados miembros históricos de la Escuela de París, término éste de muy difusa significación, salvo, precisamente, cuando se trata de artistas de la generación y la calidad de Bores. Afincado en París desde 1925, la vida artística de Bores tuvo un signo inequívocamente francés, pero sin anulación de sus propias raíces. La muestra que ahora se exhibe consta de unas 18 obras, en distinto soporte y técnica pero que han sido seleccionadas con un criterio representativo, pues se repasan varias décadas, desde los treinta a los sesenta, y, sobre todo, elegidas con excelente gusto y profesionalidad. Francisco Bores no fue, desde luego, un artista de altibajos, sino todo lo contrario; no obstante, es arduo, si la iniciativa no parte de un museo importante, lograr un conjunto apreciable y homogéneo.

Partícipe en la Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos de 1925, lo que significó que estuvo adscrito a la vieja guardia de la renovación artística española, la evolución posterior de Bores fue sumamente interesante. Como alguno de sus colegas contemporáneos españoles instalados en el París de entreguerras, Bores no se decantó en favor de un movimiento vanguardista en concreto, sino que realizó una síntesis personal a partir de elementos tomados del cubismo y el surrealismo. Lo que distingue su forma de pintar fue, por tanto, su propio refinamiento. Éste era el sello de los pintores amados por Tériade, una de las sensibilidades más selectas de la inteligencia vanguardista francesa y que tuvo a Bores como a uno de sus mejores comodines.

La obra del pintor madrileño combinó la elegancia constructiva de los grandes pintores franceses de comienzos de siglo, como Villon, pero con un toque de intensidad y dramatismo hispanos. Creo que todo esto se aprecia muy bien en esta inteligente y preciosa muestra que ahora se inaugura, donde hay cuadros de auténtica enjundia.

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