Negocio a la medida
Más que Genesis, ave fénix debiera llamarse esta formación británica con 32 años a sus espaldas y que, ha logrado sobrevivir al reto de perder dos voces solistas de la talla de Peter Gabriel y Phil Collins. El nuevo cantante, el relativamente bisoño Ray Wilson, hace lo (que puede tratando de no naufragar cuando interpreta The lamb lies down on Broadway o Follow Yolifollow me.Por lo demás, Rutherford y Banks, únicos supervivientes del quinteto original, dieron muestras en su concierto en Madrid de su férrea voluntad de mantener un próspero negocio a la medida de ambos: más cercano al pop conven...
Más que Genesis, ave fénix debiera llamarse esta formación británica con 32 años a sus espaldas y que, ha logrado sobrevivir al reto de perder dos voces solistas de la talla de Peter Gabriel y Phil Collins. El nuevo cantante, el relativamente bisoño Ray Wilson, hace lo (que puede tratando de no naufragar cuando interpreta The lamb lies down on Broadway o Follow Yolifollow me.Por lo demás, Rutherford y Banks, únicos supervivientes del quinteto original, dieron muestras en su concierto en Madrid de su férrea voluntad de mantener un próspero negocio a la medida de ambos: más cercano al pop convencional que al concepto petardo de rock sinfónico de sus inicios, pulcro, de fácil excusa y explotando el propio catálogo lo que sea menester. En cuanto a la tradicional espectacularidad escénica, ésta quedó reducida a un elegante juego de luces y la proyección de bellas imágenes en el ciclorama de fondo.
Genesis
Ray Wilson (voz y armónica), Tony Banks (teclados), Mike Rutherfórd y Anthony Drennan (guitarra y bajo) y Nir Z (batería). Palacio de los Deportes de Madrid. 3.800 pesetas. Madrid, jueves 19 de marzo.
La banda atacó por igual viejos clásicos del grupo y las canciones de su último disco, Calling all stations, siendo los puntos álgidos Home by the sea, Mama, invisible touch o la vibrante The dividing line, que sirvió para que el respetable admirara las extraordinarias dotes del joven batería Nir Z. Al final, y tras una mediocre interpretación de Turn it on again, Wilson iwitó a una joven espectadora a subir al escenario -la moda del año- para que bailara agarradita a él I can't dance. Un colofón acorde con una velada francamente anodina.