Entrevista:

"Es una sangría formar científicos para no utilizarlos"

Veinticuatro años en Estados Unidos imprimen carácter. A menos que Mariano Barbacid, este bioquímico madrileño de 48 años, ya naciera con el pragmatismo y la exigencia profesional que comparte con aquella sociedad puntera, donde un científico trabaja casi 70 horas semanales y puede hacer las compras en domingo. Barbacid ha vuelto a España para crear y dirigir el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas; y con un sueño: más que hacer su propia investigación -"yo ya no soy joven", se disculpa-, quiere servir de catalizador de trabajos de calidad que sitúen a la ciencia médica española ...

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Veinticuatro años en Estados Unidos imprimen carácter. A menos que Mariano Barbacid, este bioquímico madrileño de 48 años, ya naciera con el pragmatismo y la exigencia profesional que comparte con aquella sociedad puntera, donde un científico trabaja casi 70 horas semanales y puede hacer las compras en domingo. Barbacid ha vuelto a España para crear y dirigir el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas; y con un sueño: más que hacer su propia investigación -"yo ya no soy joven", se disculpa-, quiere servir de catalizador de trabajos de calidad que sitúen a la ciencia médica española "en el sitio que se merece dentro de la UE". Aunque con prudencia, el investigador no se priva de hacer un diagnóstico de los males de la ciencia en España: primero, falta de dinero y de conexión con la sociedad. Y después, su carácter funcionarial, descoordinación y falta de resultados para los esfuerzos que se hacen. "Es una sangría nacional el dinero que se tira en formar a investigadores en centros de excelencia para después no utilizarlos porque no hay ni plazas ni recursos". Barbacid viene con un contrato de cinco años ("renovable si lo hago bien").Pregunta. ¿Qué representa su regreso desde el punto de vista personal y profesional?

Respuesta. En lo personal no voy a entrar. Por lo demás, representa una satisfacción muy grande el hecho de que el Ministerio de Sanidad haya apostado por la investigación. Hasta ahora, la investigación en España, entre otros muchos problemas, adolece del defecto de que su primera prioridad no es contribuir a la sociedad. Mi impresión es que cada investigador investiga en el área que le parece más oportuna, sin que haya unas líneas maestras, un plan estratégico de coordinación biomédica. Quizá la causa sea histórica. La idea es que este centro se comprometa con la sociedad. Que no sea un centro para que 20 investigadores, más o menos valiosos, hagan sus cosas por su cuenta, sino que sean parte de un proyecto donde haya un objetivo. Y ese objetivo es devolver algo a la sociedad. Al fin y al cabo, un investigador trabaja con el dinero del contribuyente. No se puede ser tan soberbio de pensar que porque hacemos buena investigación eso ya lo justifica todo. Como colectivo, el investigador debe devolver a la sociedad parte de la inversión que ésta pone en él.

P. Ahora, el Gobierno ha comprometido un buen empujón de 4.500 millones en este centro. Pero ¿no le da vértigo salir de un país (EE UU) donde se invierte en ciencia un 2,4% del PIB y pasar a otro que no llega al 0,8%?

R. Por un lado me da pena. Y por otro tengo esperanza, en el sentido de que quizá mi sueño sería que mi regreso a España, pasado el nivel de folclor que despierta, pudiera contribuir en algo a despertar el interés. Es decir, que las fuerzas políticas se dieran cuenta del interés que tiene la sociedad por la investigación. Porque España nunca ha invertido en ello y por consiguiente nunca ha obtenido ningún beneficio. Alguien ha de tener el valor político de sacarnos de este círculo vicioso. Espero que la inversión en este centro no sea un hecho concreto; espero que la Administración -ya sea ésta u otra, porque la ciencia no debe estar unida a la política haga un plan estratégico a largo plazo, a 25 años por lo menos, para que España pase de ese 0,8% del PIB al 1,8% o 2% que le corresponde como grande de la UE.

P. España ya hizo una inversión en formar buenos investigadores, que ahora, si tienen trabajo, es fuera.

R. Yo siempre he tenido la idea, que no siempre ha sentado bien y ha sido discutida, de que la ciencia debe ir a remolque de centros de excelencia. La ciencia debe ir a remolque de una élite. Esto es un concepto que puede parecer antisocial, cuando se mira desde el punto de vista de la sociedad, pero no cuando se habla de la ciencia. La ciencia avanza cuando hay una élite que la hace avanzar. Mi filosofía es que la ciencia en España no avanzará mientras no se creen centros de élite en las distintas ramas de interés para el país, como puede ser el cáncer. Evidentemente, si se crea un centro de élite cada 15 años, es imposible que se absorba la cantidad de gente que se forma en ellos. Por ello insisto en la necesidad de un plan estratégico. De esa forma impediremos esa desgracia social que sufrimos ahora de tener a doctores que vienen en unas condiciones de infraempleo, y que hacen a su vez que no sean productivos. Porque nadie puede ser productivo cuando sabe que su contratación es a un nivel tan perentorio. Eso hace que la siguiente generación ni siquiera se plantee volver a España. Toda peseta que se dedique a investigación sin un plan estratégico de continuidad es una peseta perdida.

P. Usted ha hablado de recuperar a algunos prestigiosos investigadores españoles. ¿Cómo los va a convencer?

R. Nos movemos en un mundo de mercado. Esto es un hecho. El científico se mueve por ofertas. Yo me he venido a España porque esta oferta es mejor que la que tenía en EE UU, lo cual no quita para que me dé gran satisfacción el que sea en mi país. Lo que yo tengo que hacer es que todas esas personas que todos tenemos en mente y que puedan encajar bien en los planes de los nuevos centros es hacerles una oferta mejor que la que tienen.

P. ¿Y va a disponer de recursos?

R. Para investigación sí. Hay un problema muy grave, no voy a negarlo, y es lo bajísimos que son los sueldos en Espana comparados con los de Estados Unidos. En estos momentos, el sueldo de una cátedra allí puede estar entre los veintitantos millones de pesetas y los cuarenta millones al año. En España se daría un rango entre los seis, siete y ocho millones. Estaríamos hablando de una tercera parte. Esto, indudablemente, es un factor negativo a la hora de replantearse una vuelta. Yo tenía en mi laboratorio técnicos que ganaban más de lo que voy a ganar como director de este centro.

P. Y, además, ¿se puede trabajar igual aquí que en Estados Unidos?

R. Eso es también una rémora que espero contribuir a difuminar. En Estados Unidos, todo el mundo sabe que puede encontrar otro puesto de trabajo, y en España, las opciones son mucho más limitadas. La vida quizá también sea allí más fácil, no hay que hacer tantas gestiones. Yo sólo llevo 15 días en España y veo que no se puede trabajar sin un teléfono móvil. Allí lo tenía en el coche exclusivamente por si tenía una avería. La burocracia aquí come mucha energía.

P. Los jóvenes investigadores ven complicada una carrera científica en España.O se es funcionario, o...

R. ... Al investigador que tiene éxito en EE UU se le reconoce el prestigio; aquí, no, con algunas excepciones. El carácter funcionarial tiene parte de culpa. En España faltan grandes cabezas, o al menos no ejercen o no pueden ejercer, para hacer lo que hablábamos antes: un plan estratégico. ¿Qué lógica tiene que en Madrid haya seis u ocho grupos punteros en el área de oncología clínica y esté cada uno en un sitio? ¿O es que no hay nadie que tenga poder para poner a esa gente junta? ¿Cómo es posible que haya en centros personas cuyo grupo de investigación se componga de ellos mismos, y nadie más, y que lleven cinco o diez años sin haber publicado nada y cobren lo mismo que otras que tengan una relevancia internacional? Son injusticias que en parte se deben al funcionariado, pero el ser humano salta las barreras cuando quiere saltarlas. Quizá esa cultura que nos falta venga de estas injusticias.

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