Crítica:CLÁSICA

Un réquiem en su intimidad

La Orquesta y Coro nacionales nos han deparado un concierto de alto nivel bajo la doble guía del alemán Rainer Steubing-Negenborn (titular del coro) y del libanés, nacionalizado norteamericano, George Pehlivanián, ganador del concurso de dirección de Besanson en 1991. Fue este galardón el punto de apoyo que movió la carrera del joven maestro, formado junto a Boulez, Leitner y Maazel.

La mayor impresión recibida de Pehlivanián no se apoya en el repertorio de gran espectáculo, sino en la música más pura e intensa que el romaticismo dedicó al texto de la Misa de Requiem: la de G...

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La Orquesta y Coro nacionales nos han deparado un concierto de alto nivel bajo la doble guía del alemán Rainer Steubing-Negenborn (titular del coro) y del libanés, nacionalizado norteamericano, George Pehlivanián, ganador del concurso de dirección de Besanson en 1991. Fue este galardón el punto de apoyo que movió la carrera del joven maestro, formado junto a Boulez, Leitner y Maazel.

La mayor impresión recibida de Pehlivanián no se apoya en el repertorio de gran espectáculo, sino en la música más pura e intensa que el romaticismo dedicó al texto de la Misa de Requiem: la de Gabriel Fauré, escrita nueve años después del Requiem de Saint-Saens y trece del de Verdi, como culminación renovadora del Requiem romántico.

Ciclo de la ONE

Orquesta y Coro nacionales. Director: G. Pehlivanián. Solistas:María Orán (soprano), A. Dohmen (barítono) y J. A. Tomás (oboe). Obras de Crusell, De Pablo y Fauré. Auditorio Nacional, Madrid, 6 de febrero.

El dios de Fauré, como escribiera Claude Rostand, "no es el de la Biblia sino el del Evangelio; no quiere oir hablar de castigos eternos para internarse en un espíritu de confidencia total que esparce consuelo, esperanza, perdón y amor".

Las siete partes, de proporciones mesuradas, le suceden "como agua entre las manos" (Massimo Mila) y si falta el Dies Irae amenazador desde Mozart a Verdi, se eleva un final recóndito en In paradisum, de extraordinaria y leve sustancialidad y excepcional belleza.

En Pie Jesu, cantado ahora con noble maestría, hondura y acariciante expresividad por nuestra soprano María Orán, artista verídica, anticipa esa tónica.

Todos los elementos, el barítono germano Albert Dohmen, el organista burgalés Anselmo Serna, coro y orquesta realizaron con exactitud las sugerencias interpretativas del Pehlivanián. Antes, volvimos sobre el Adagio microtonalista de Luis de Pablo, que a su interés intrínseco añade el de preludiar el último tramo creador del compositor. Y pudimos aplaudir al clarinetista José Antonio Tomás, de todo punto excelente, en un concierto tardo-clásico del finlandés Bernhard H. Crusell, tan virtuosista como superficial. Hubo éxito para todos.

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