El croata Pogorelich abre un ciclo de piano en Madrid

Ivo Pogorelich, que hoy abre un ciclo de piano en Madrid, a sus 39 años es realmente lo que prometía: uno de los más grandes pianistas del mundo. Ahora vive una etapa de madurez y de cierta calina. Ya no da tanto que hablar como en sus comienzos, cuando irrumpió en el escenario internacional gracias a un tongo del que fue víctima en Polonia en 1980, cuando le eliminaron de la Competición Internacional Chopin. Cada vez que Pogorelich actúa en Madrid se crea expectación. Desde que debutó en España en 1981, en el Festival Internacional de Santander, con 23 años, el croata levanta pasiones. Si...

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Ivo Pogorelich, que hoy abre un ciclo de piano en Madrid, a sus 39 años es realmente lo que prometía: uno de los más grandes pianistas del mundo. Ahora vive una etapa de madurez y de cierta calina. Ya no da tanto que hablar como en sus comienzos, cuando irrumpió en el escenario internacional gracias a un tongo del que fue víctima en Polonia en 1980, cuando le eliminaron de la Competición Internacional Chopin. Cada vez que Pogorelich actúa en Madrid se crea expectación. Desde que debutó en España en 1981, en el Festival Internacional de Santander, con 23 años, el croata levanta pasiones. Siempre sorprende. Antes por su audacia y ahora por su madurez.

Hoy, en el Auditorio Nacional de, Madrid, el pianista tocará obras de Brahms, Rachmaninov, Prokófiev y Granados. "Es la primera vez que me enfrento a un compositor español aquí", dice Pogorelich, que está aprendiendo castellano. "En dos años podré leer a García Márquez en su lengua original. Es uno de mis escritores favoritos, me impresionó El amor en los tiempos de cólera".

Su gusto por hacer declaraciones incendiarias va en declive. Pero sus afirmaciones siguen siendo interesantes. Antes arremetía contra la comercialidad de ciertos directores en detrimento de la aportación artística. Hoy es más compasivo y encuentra explicación. "Las orquestas tienen que mirar por su economía y están saturadas de actuaciones que no les dejan tiempo para ensayar", dice. "Son las comunidades las que deben cuidar a sus orquestas".

Llegó a despreciar el rock por superficial; hoy evita hablar de ello y, en sustitución, deja patente su interés por la música étnica y popular. "Me interesa mucho el flamenco, y estoy estudiando las conexiones en las músicas mediterráneas. Hay similitudes muy interesantes entre el folclor de mí país, el griego y el español. Sin duda la influencia otomana en mi parte del Mediterráneo y la árabe en la suya crean esa conexión". Su interés por la cultura popular le ha llevado a tomar lecciones de tango. "Es fantástico, con ellas he descubierto otra forma para expresarme".

Algo que también le fascina es hablar del intérprete en una época de máquinas y tecnología punta. "Estamos al final de un milenio y los intérpretes somos los que podemos dejar claro que en las máquinas no se encuentran todas las respuestas. Cuando nos enfrentamos a una obra ofrecemos nuestra propia visión. Interpretar para nosotros es buscar el sentido de las cosas, dar nuestra lectura de la vida. Ahí está nuestro poder frente a la tecnología. Las máquinas no tienen talento".

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