Crítica:DANZA

Doble brindis

, La fascinación que sobre Nacho Duato ejerce el drama de Shakespeare se remonta a los años de su juventud, cuando en el cine Odeón de Valencia vio tres veces en el mismo día la versión cinematográfica que el director italiano Franco Zeffirelli realizó sobre Romeo y Julieta.

Ahora el director de la Compañía Nacional de Danza, en plena madurez creativa, afronta con valentía y trazo firme el traslado al baile de la obra del dramaturgo inglés. Con un presupuesto de 25 millones y tres meses de ensayos, Duato ha realizado una brillante y emotiva versión de la historia de los amantes de Veron...

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, La fascinación que sobre Nacho Duato ejerce el drama de Shakespeare se remonta a los años de su juventud, cuando en el cine Odeón de Valencia vio tres veces en el mismo día la versión cinematográfica que el director italiano Franco Zeffirelli realizó sobre Romeo y Julieta.

Ahora el director de la Compañía Nacional de Danza, en plena madurez creativa, afronta con valentía y trazo firme el traslado al baile de la obra del dramaturgo inglés. Con un presupuesto de 25 millones y tres meses de ensayos, Duato ha realizado una brillante y emotiva versión de la historia de los amantes de Verona, que acerca al hombre de hoy a través de un rico gesto contemporáneo, y que estrenó precisamente el día de su 41º cumpleaños.

Compañía Nacional de Danza

Romeo y Julieta. Coreografía: Nacho Duato. Música: Serguéi Prokófiev (Orquesta Sinfónica de Bohemia. Director: Pedro Alcalde). Escenografía: Carles Pujol y Pau Rueda (Centre Cultural Sant Cugat). Figurines: Lourdes Frías. Diseño de luces: Miguel Ángel Camacho. Palacio de Festivales de Cantabria. Santander. 8 de enero de 1998.

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El coreógrafo ha respetado la partitura de Prokófiev -quien la escribió en 1934 por encargo del Bolshoi-, y de la que con acierto únicamente ha suprimido algún fragmento musical, demasiado largo, del mercado y de la boda. La orquesta de Bohemia, bajo la dirección de Pedro Alcalde, realizó una interpretación poco matizada y discreta de la magnífica partitura del compositor ruso.

Pieza fascinante

Nacho Duato ha creado una fascinante pieza con dos protagonistas absolutos, la pureza y belleza de su lenguaje gestual y los 30 magníficos bailarines que componen la Compañía Nacional de Danza; su sólida preparación técnica y su fuerte personalidad escénica les permite abordar sin problema las dificultades de la estructura coreográfica y la densidad emotiva que emana de la obra. Son arrogantes y bellos cuándo encarnan a la nobleza, y alegres y osados cuando son el pueblo.El Romeo y Julieta de Duato es ágil, pasional y humano. Despojado de la anacrónica pantomima que acompaña a otros montajes, se alza en un drama moderno, en el que el amor, como maravillosa sensación desestabilizadora de los sentidos, vence sobre la incomprensión.

El autor, en éste su primer ballet de larga duración, un poco más de dos horas, utiliza un vocabulario coreográfico fértil, desnudo de superficialidad y regido por un profundo sentimiento, que provoca un expresivo gesto. Es enérgico en las escenas de grupo y sublime en los pasos a dos, en los que entabla un intenso diálogo cuerpo a cuerpo.

Nacho Duato también ha ideado los figurines, escenografía e iluminación del espectáculo en el que juegan un papel relevante por su elegante sencillez, el sobrio y adecuado vestuario creado por la diseñadora Lourdes Frías a través de 150 figurines, y la escenografía construida por Carles Pujol y Pablo Rueda de los talleres del Centre Cultural de Sant Cugat (coproductor del espectáculo), a base de un gran panel de madera, que manipulan los propios bailarines y que lo es todo, el balcón de Julieta, su palacio, su cama o los bulliciosos mercados de la bella ciudad a orillas del río Adigio.

En cuanto a las luces, Miguel Ángel Camacho, en un afán de recrear la oscuridad del medievo, ha creado un ambiente excesivamente oscuro, que resta en algún momento brillantez a las magníficas imágenes que se suceden en el escenario.

Capítulo aparte merece la excelente interpretación de Mar Baudesson, que en su plenitud como intérprete realiza una exquisita Julieta, bien secundada por Kim McCarthy, que es un impetuoso Romeo, y José Cruz, un enamorado Paris. Sin embargo, los mayores aplausos de la noche fueron para Patrick de Bana, en un valiente Tibalt, y para Thomas Klein y Emanuelle Berard, que como los autoritarios padres de Julieta lograron que sus intervenciones fueran las mejores del espectáculo.

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