Los Niños Cantores de Viena vuelven después de 10 años al gran concierto de Año Nuevo

Casi 1.000 millones de espectadores verán esta fiesta musical de la Filarmónica vienesa

Por primera vez después de 10 años volverán a escucharse a los Niños Cantores de Viena en el concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica vienesa, que este año será dirigida por Zubin Mehta. Con la apertura musical de 1998 concluye un año de grandes virajes y transformaciones tanto en el coro infantil como en la célebre orquesta, dos símbolos ya con sabor clásico dentro de la cultura austriaca. A las 11.30 de la mañana del 1 de enero, alrededor de 1.000 millones de espectadores de 40 países seguirán por televisión el concierto, transmitido desde el Musikverein vienés.

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Por primera vez después de 10 años volverán a escucharse a los Niños Cantores de Viena en el concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica vienesa, que este año será dirigida por Zubin Mehta. Con la apertura musical de 1998 concluye un año de grandes virajes y transformaciones tanto en el coro infantil como en la célebre orquesta, dos símbolos ya con sabor clásico dentro de la cultura austriaca. A las 11.30 de la mañana del 1 de enero, alrededor de 1.000 millones de espectadores de 40 países seguirán por televisión el concierto, transmitido desde el Musikverein vienés.

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Al ritmo del Danubio Azul y de los bombones vieneses bailará paralelamente para la televisión el ballet de la ópera de Viena, en coreografías de Heinz Spoerli, director de la ópera de Zúrich, Como de costumbre, el repertorio brinda valses, polkas y otras composiciones de los hermanos Johann, Josef y Eduard Strauss, así como una pieza de Josef Hellmesberger y dos de Johan Strauss padre, entre ellas la inevitable Marcha de Radetzky.Aunque parezca insólito, el concierto de Año Nuevo es para los integrantes de la famosa orquesta, uno de los retos más arduos debido a la concentración que requieren las 20 piezas incluidas en el repertorio, ya sea por la variedad de ritmos como por la virtuosidad técnica exigida a cada instrumento. "Aunque interpretamos este concierto sólo una vez al año, tenemos que dar la sensación de que es para nosotros lo más fácil del mundo. El público no debe percibir la dificultad de esta música, sólo así captará esa sensación de ligereza que surge del espíritu vienés, esa forma de gozar la vida, siempre acompañada de una sutil melancolía", explica el violinista Clemens Hellsberg, presidente de la Filarmónica de Viena.

Por tercera vez después de 1990 y 1995 el honor de dirigir el concierto ha sido concedido a Zubin Mehta. El músico, oriundo de Bombay, estudió en la capital austriaca y fue discípulo de miembros de la Filarmónica. "Desde 1961 ha estado muchas veces al frente de nuestra orquesta. Es una relación familiar. Mehta tiene un acceso muy espontáneo a la música, en la que encuentra enorme felicidad, que sabe transmitir a los intérpretes", dice el presidente de la Filarmónica.

Entre los nueve músicos que desde 1939 han dirigido el concierto de Año Nuevo, Hellsberg considera que Karajan en 1987 fue excepcional, "por un lado porque tanto él como nosotros sabíamos que ese sería su primer y último concierto de Año Nuevo. Además nos unía haber nacido con esta música. Todo lo contrario hubiera sido el concierto programado para el 1de enero de 1992 con Leonard Bernstein: "Por desgracia, murió en 1990 y estoy seguro de que hubiese sido muy llamativo y nada vienés, impregnado de la fuerte personalidad de Bernstein".

Con excepción de Harnoncourt, entre las grandes estrellas mundiales de dirección de orquesta, no figura de momento ningún otro austriaco. Muydiferente es la situación entre los 100 o 130 (variables) intérpretes de la Filarmónica, donde no más de un 10% son extranjeros y sólo dos músicos estadounidenses no pasaron por la escuela vienesa.

Hay algo de actitud defensiva cuando el vicepresidente de la Filarmónica, Roland Altmann, dice que "conservar la tradición no significa adorar las cenizas, sino mantener -el fuego vivo". La identidad tradicional para evitar la uniformidad de estilos, en esta época de globalización y creciente movilidad, es un asunto delicado y los miembros de la asociación filarmónica saben que se les puede acusar de discriminación, pues no sería ésta la primera vez.

Todavía está abierta la herida de la batalla perdida a principios de 1997, cuando presiones externas obligaron a la orquesta, exclusivamente masculina, a cambiar sus códigos para admitir miembros femeninos. Fue la transformación convulsiva de una tradición, que movió el suelo y repercutió en el relevo del comité directivo.

Las pruebas de admisión están finalmente abiertas sin discriminación de sexo, pero este ano ninguna mujer presentó los requisitos exigidos, a excepción de una arpista que, paradójicamente, ya formaba parte de la orquesta sin estar integrada en la asociación. Para entenderlo es necesario explicar que la Orquesta Filarmónica de Viena es única también en su funcionamiento y sus estructuras: funciona como asociación privada de intérpretes que se autogestionan democráticamente sin director y tienen autonomía para determinar su repertorio, sus giras y sus grabaciones, y para invitar al director de orquesta que consideren el más apropiado para cada caso.

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