El túnel del tiempo

Treinta y cinco años lleva el Niño de Linares regalando su arte por los escenarios del globo terráqueo, que se culminan ahora con un impresionante tour mundial en el que el éxito acompaña al cantante desde que se enciende la primera bombilla hasta que resuena el último aplauso. Así fue al menos en el primero de sus tres conciertos madrileños.Con un público entregado a todas y cada una de las canciones -siempre más a las antiguas, las de Manuel Alejandro, claro está-, Raphael volvió a darse un chapuzón de sí mismo, a hacer de Raphael con tal vehemencia que condujo a la audi...

Treinta y cinco años lleva el Niño de Linares regalando su arte por los escenarios del globo terráqueo, que se culminan ahora con un impresionante tour mundial en el que el éxito acompaña al cantante desde que se enciende la primera bombilla hasta que resuena el último aplauso. Así fue al menos en el primero de sus tres conciertos madrileños.Con un público entregado a todas y cada una de las canciones -siempre más a las antiguas, las de Manuel Alejandro, claro está-, Raphael volvió a darse un chapuzón de sí mismo, a hacer de Raphael con tal vehemencia que condujo a la audiencia por un túnel del tiempo en cuya salida esperaba la España que fue y que, por lo que apuntan los tiempos, es muy probable que vuelva a ser.

Casi 30 temas repasó el cantante y eso que al principio parecía que las cuerdas vocales no le iban a dar de sí. Pero a lo largo de las tres horas que duró el show la laringe fue entonándose. Además, como él es un artista del énfasis, adonde no llegaba la garganta llegaba la actitud de torbellino, de desgarro, de pasión sin freno.

Mi gran noche, Digan lo que digan, El pequeño tamborilero, Desde aquel día, Los amantes, La noche, Los peregrinitos, el bolero Somos; América, de J. L. Perales; Qué sabe nadie y Escándalo, Yo soy aquél, y así hasta completar una lista interminable de éxitos que se sabe hasta el gato y que elevaron a Raphael hasta el séptimo cielo.