Lección de vida
Fue otra lección de vida. Rubén González parece rejuvenecer en cada concierto. El calor de la gente transforma a este pianista maravilloso que se acerca a los 80 años con paso vacilante y una sonrisa, y que languidecía en su casa hasta que un productor inglés y un guitarrista norteamericano le han devuelto a esos escenarios de los que nunca debió ser apartado. Se sienta ante el piano y le brilla la mirada. Pertenece a esa generación de músicos para quienes tocar es vivir.Con él vienen de Cuba unos cuantos maestros. Por ejemplo, Cachaíto -miembro de una ilustre saga de contrabajistas de apellid...
Fue otra lección de vida. Rubén González parece rejuvenecer en cada concierto. El calor de la gente transforma a este pianista maravilloso que se acerca a los 80 años con paso vacilante y una sonrisa, y que languidecía en su casa hasta que un productor inglés y un guitarrista norteamericano le han devuelto a esos escenarios de los que nunca debió ser apartado. Se sienta ante el piano y le brilla la mirada. Pertenece a esa generación de músicos para quienes tocar es vivir.Con él vienen de Cuba unos cuantos maestros. Por ejemplo, Cachaíto -miembro de una ilustre saga de contrabajistas de apellido López que incluye a su tío Cachao-, capaz de estimular con sus cuerdas la elaboración de contagiosos cha-cha-chás y danzones majestuosos, o El guajiro Mirabal, que sopla en la trompeta esas frases cortas que atraviesan el alma. Y canta Ibrahim Ferrer alguna guaracha picarona antes de emocionar con las Dos gardenias.
Rubén González y su conjunto
Suristán. Madrid, 17 de noviembre.
Hay en González una pulsación prodigiosa de la mano izquierda y un fraseo con la derecha lleno de ocurrencias. Puede conversar con algún espectador al punto de olvidar poner los dedos sobre las teclas. Entonces no hay artrosis que valga: si por él. fuera se habría quedado toda la noche.