Luz de gas

Los instrumentistas de la Orquesta Barroca de Friburgo son jóvenes, muy jóvenes. Proceden del conservatorio de la ciudad y han absorbido la técnica y el estilo de unos instrumentos originales con los que están identificados hasta el último matiz.

Un detalle anecdótico es relevante: el número de chicos y de chicas fue idéntico en la Sinfonía 85 de Hadyn. Era un número de ejecutantes en cualquier caso reducido y hasta considerablemente inferior al de la orquesta para la que fue creada la sinfonía. La aspiración a música de cámara es evidente. Transparencia entre secciones, y algo c...

Los instrumentistas de la Orquesta Barroca de Friburgo son jóvenes, muy jóvenes. Proceden del conservatorio de la ciudad y han absorbido la técnica y el estilo de unos instrumentos originales con los que están identificados hasta el último matiz.

Un detalle anecdótico es relevante: el número de chicos y de chicas fue idéntico en la Sinfonía 85 de Hadyn. Era un número de ejecutantes en cualquier caso reducido y hasta considerablemente inferior al de la orquesta para la que fue creada la sinfonía. La aspiración a música de cámara es evidente. Transparencia entre secciones, y algo constructivo, y cierta sensación de poco sonido.

Se percibió incluso mas agudamente en el Réquiem de Mozart, esa partitura siempre bienvenida y de la que siempre se espera una nueva luz. Y la hubo, pero de gas. Lo cual muestra el otro lado del espejo de otras versiones más poderosas e impactantes, pero deja las sensibilidades en un estado de impaciencia. Impecable el Colegium Vocale de Gante, discreto el cuarteto solista y vitalista el director británico Roy Goodman. Concierto impecable, sí, pero al que le faltó una pizca de transmisión.