Muere Gabriel Figueroa, fotógrafo que iluminó siete películas de Buñuel

El artista trabajó en 'Los olvidados'

Gabriel Figueroa, uno de los grandes fotógrafos de la cinematografía mundial, falleció el domingo en México después de estar cuatro días peleando con un infarto cerebral que le terminó ganando la partida. Acababa de cumplir 90 años. El "maestro de la luz", experimentador incesante, deja un legado de 224 películas trabajadas con esa sensibilidad que cautivó a John Huston y Luis Buñuel. Con el primero rodó La noche de la iguana y Bajo el volcán. Con el español compartió siete cintas, entre ellas Los olvidados, El, Simón del desierto y Nazarín.

Cuando trabajaba en Flor silvestre, la...

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Gabriel Figueroa, uno de los grandes fotógrafos de la cinematografía mundial, falleció el domingo en México después de estar cuatro días peleando con un infarto cerebral que le terminó ganando la partida. Acababa de cumplir 90 años. El "maestro de la luz", experimentador incesante, deja un legado de 224 películas trabajadas con esa sensibilidad que cautivó a John Huston y Luis Buñuel. Con el primero rodó La noche de la iguana y Bajo el volcán. Con el español compartió siete cintas, entre ellas Los olvidados, El, Simón del desierto y Nazarín.

Cuando trabajaba en Flor silvestre, la primera de las 24 películas que hizo con el director mexicano Emilio Indio Fernández, Figueroa encontró lo que buscaba: su camino personal, su propio estilo fotográfico. "Lo logré, pero no sería capaz de decirle en qué consiste", comentaba en una entrevista reciente. Sólo podía explicar que antes de rodar una película tardaba dos o tres días en meterse de lleno en su atmósfera, y de ahí "trazaba en su memoria una especie de mapa" que recorría de un lado a otro, "siempre guiado por la luz".Llevaba entonces Figueroa 11 años trabajando en el cine, adonde había llegado después de estudiar violín en el Conservatorio y artes plásticas en la Academia de San Carlos de la capital mexicana. Por eso, en ese estilo que él mismo nunca supo definir la luz se mezclaba con la música y la pintura. "Las películas tienen un ritmo que está en la historia; el fotógrafo tiene que conocerlo, seguirlo y enriquecerlo destacando, a través de la luz, líneas fundamentales", decía.

Pero su mayor fuente de inspiración siempre estuvo en las obras de Vermeer, Goya, o de los muralistas mexicanos, especialmente Siqueiros y Orozco. Figueroa, como un alquimista genial, jugaba con el blanco y el negro, alteraba gamas, iluminaba y matizaba los tonos. Todo ello con una sensibilidad extraordinaria.

Luces y sombras

Le encantaba bucear en las luces y en las sombras, explorar, experimentar. Y los resultados eran brillantes. Por eso Oscar Dancingers, el productor de Los olvidados, le llamó en 1950 para que trabajara con Luis Bufluel, porque "quería mucho a Luis y quería que hiciera una buena película". Y aunque el director aragonés era "antifótógrafo", ambos congeniaron y trabajaron juntos en otras seis cintas: Él, Nazarín, Los ambiciosos, Lajoven, El ángel exterminador y Simón del desierto.

El peculiar estilo de Figueroa se saltó los márgenes del cine realizado en México. En su dilatada -carrera destacan títulos como María Candelaria, del Indio Femández (1943); El fugitivo, de John Ford (1947); Macario, de Roberto Gavaldón (1960); Sonatas, de Juan Antonio Bardem (1959) y La noche de la iguana, de John Huston (1963).

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