Despega desde Las Vegas el gran vuelo de U2 por los auditorios de 62 ciudades de 40 países

El grupo irlandés dedicará este año y 1998 a una gira con escalas en Madrid y Barcelona

ENVIADO ESPECIALA las nueve y cuarto de la noche del pasado viernes, los cuatro componentes del célebre grupo del pop irlandés U2 aparecieron entre la masa abigarrada de seguidores que poblaban el césped del Sam Boyd Stadium de Las Vegas, en medio del desierto de Nevada, en Estados Unidos. Una luz cenital los condujo hasta el enorme escenario. Los cuatro -músicos irlandeses, Larry Mullen Jr., The Edge, Adam Clayton y Bono, arrancaron poco después el recital con Mofo, uno de los temas de su último album. PopMart, que es el título de la gira que llevará en 1997 al grupo irlandés a 62 estadios de...

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ENVIADO ESPECIALA las nueve y cuarto de la noche del pasado viernes, los cuatro componentes del célebre grupo del pop irlandés U2 aparecieron entre la masa abigarrada de seguidores que poblaban el césped del Sam Boyd Stadium de Las Vegas, en medio del desierto de Nevada, en Estados Unidos. Una luz cenital los condujo hasta el enorme escenario. Los cuatro -músicos irlandeses, Larry Mullen Jr., The Edge, Adam Clayton y Bono, arrancaron poco después el recital con Mofo, uno de los temas de su último album. PopMart, que es el título de la gira que llevará en 1997 al grupo irlandés a 62 estadios de 20 países, y que continuará en 1998 en otros 20 países, acababa de dar su pistoletazo de salida. Madrid y Barcelona, el 9 y 11 de septiembre, respectivamente, serán las dos únicas estaciones de su recorrido por España.

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Aquí, en Las Vegas, en el centro de un desierto, como si hubieran caído de pronto del cielo, suenan las ráfagas del sonido metálico de la guitarra de The Edge (nacido en 1961), la implacable batería de Larry Mullen Jr. (nacido en 1960), la sólida consistencia del bajo de Adam Clayton (nacido en 1960) y la inconfundible voz pop de Bono (nacido en 1960). Y en el centro de un enorme escenario, hay un -imponente arco amarillo que preside la ceremonia.Es-un arco de color amarillo, que recuerda de inmediato a una,mitad exacta de la M que distingue a los establecimientos de McDonalds. Desde la perspectiva del público, si se mira a la derecha, hay una aceituna rellena clavada en un palillo de 30 metros de altura, que parece la antena de una nave espacial y, un poco más adelante, se ve un limón de respetables dimensiones.

El escenario se prolonga por ese lado para,invadir el césped del estadio a través de una larga lengua. Detrás, una pantalla gigantesca de vídeo (700 metros cuadrados de superficie) escupe a ritmo endiablado un bombardeo de imágenes. El espectáculo tiene un acabado perfecto. Unas 200 personas trabajan para, que nada chirríe dentro de esa sofisticada maquinaria, que se traslada de un lado a otro en 56 camiones.

Arropar sonidos

A veces puede resultar chocante que todo ese galimatías de imágenes de colores vivos, de dibujos animados que circulan a gran velocidad, de señales sencillas e impactantes, sirvan para arropar un sonido denso y contundente, que se alimenta, además, de mensajes que revelan la extrema fragilidad de los hombres que habitamos el planeta en este final de milenio.

Pero ahí reside el secreto de U2. Los primeros pasos de su historia arrancan alrededor de 1976 en Dublín. La confusión es entonces la inequívoca seña de identidad de unos jovenzuelos que habitan una ciudad herida y que arrastran también consigo una mezcolanza de diversas creencias. Es Bono, sobre todo, el que mejor sabe resumir los anhelos y los conflictos de sus más próximos y, desde el primer momento, las canciones de U2, no evitan contar el despiste espiritual de quienes han aterrizado en la historia cuando la historia ha mandado a hacer gárgaras sus grandes convicciones.

Tampoco ocultan los componentes de U2 sus simpatías cristianas. Se trata, efectivamente, de un grupo de músicos pop que arrastran la condición itinerante de sus sonidos por todas las carreteras, pero esta gente son también unos tipos que quieren hablar de sus inquietudes religiosas. Son en definitiva irlandeses, esas personas que con una mano levantan la jarra de cerveza mientras con la otra consultan los misterios .de la Biblia.

Los U2 no hacen ningún tipo de concesiones, ni dan facilidades a nadie. Y así empiezan a construirse un sonido inconfundible, cargado de atmósfe-ras elaustrofábicas, que con el tiempo los ha hecho únicos. La inmensa rabia que lleva el rock en sus entrañas para dar cuenta de la brumosa condición de la conciencia en nuestro tiempo. "No puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiar el mundo en mí", es lo que decían los U2 en uno de sus temas. Y Bono lo explicó de esta manera en una entrevista: "Yo quiero un sitio para mi propio desconcierto y mis contradicciones, y para mi deseo de hacer algo significativo con mi -vida y el placer de bajar por Park Avenue en limusina ......

En Pop, su último album, U2 siguen explorando los mismos derroteros. El amor está de nuevo ahí, propuesto como una de las pocas apuestas, minúsculas y sensatas, que van quedando. Está el tono crepuscular, a veces mesiánico, que subraya el sinsentido de un universo perdido y a la deriva.

Amor y oración

Y está también la oración: "Jesús, Jesús, ayúdame, estoy solo en este mundo". Y luego, ahí en PopMart, en está enorme gira por todo el mundo que el grupo irlandés acaba de iniciar en Las Vegas, se encuentran también los afilados mensajes y sonidos de los U2, que entran dentro de la maquinaria del circo del rock and roll.

Cuando el grupo se retira por primera vez y el público empieza a desgañitarse, el limón amarillo, el hasta entonces discreto limón amarillo, se convierte súbitamente en un huevo dorado y brillante, que avanza por la lengua del escenario que invade el césped del estadio. El limón se parte, la nave dorada abre- sus fauces. En su interior resplandecen los cuatro caballeros de U2. Bajan por una escalera. Tocan Discothéque, ahí, al lado del público. En un clima íntimo, dicen. El mundo está hecho una mierda, es cierto, pero la fiesta continúa.

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