Crítica:CINE

Paisaje de Valencia en 1958

Durante su ya larga colaboración, ocho películas en poco más de 10 años, el guionista Rafael Azcona y el director José Luis García Sánchez han realizado varios guiones originales, entre los que destaca la incomprendida Suspiros de España (y Portugal) (1996), pero también las más variadas adaptaciones literarias con desiguales resultados. Desde la famosa zarzuela La corte del faraón (1985) hasta la obra maestra de Valle-Inclán Tirano Banderas (1993). Uno de sus más difíciles e interesantes trabajos en común es la recién estrenada Tranvía a la Malvarrosa por tratarse ...

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Durante su ya larga colaboración, ocho películas en poco más de 10 años, el guionista Rafael Azcona y el director José Luis García Sánchez han realizado varios guiones originales, entre los que destaca la incomprendida Suspiros de España (y Portugal) (1996), pero también las más variadas adaptaciones literarias con desiguales resultados. Desde la famosa zarzuela La corte del faraón (1985) hasta la obra maestra de Valle-Inclán Tirano Banderas (1993). Uno de sus más difíciles e interesantes trabajos en común es la recién estrenada Tranvía a la Malvarrosa por tratarse de la adaptación de un libro muy personal, una especie de autobiografía o colección de recuerdos no velados, carente de estructura dramática propiamente dicha, basada en la novela de Manuel Vicent.Con una gran minuciosidad, Rafael Azcona sigue el hilo narrativo de la obra original para dar lugar a una sucesión de escenas de diferente naturaleza que, más que definir la personalidad del protagonista, tratan de dibujar un paisaje popular de Valencia en aquellos años de dura posguerra a través de pequeñas y muy distintas anécdotas encarnadas por un amplio grupo de desiguales personajes.

Tranvía a la Malvarrosa

Director: José Luis García Sánchez.Guionista: Rafael Azcona. Fotografia: José Luis Alcaine. Música: Antoine Duhamel. Intérpretes: Liberto Rabal, Arladna Gil, Juan Luis Galiardo, Fernando Fernán-Gómez, Vicente Parra, Antonio Resines, Jorge Merino, Sergio Villanueva, Luis Montes. España, 1996. Estreno en Madrid: Acteón, Renoir, Conde Duque, Lido, Plaza Aluche, Canciller, Liceo, La Vaguada.

Gracias en buena medida al eficaz trabajo de un grupo de estupendos colaboradores, él director de fotografía José Luis Alcaine, el músico Antoine Duhamel con su personal homenaje a Isaac Albéniz, el director artístico Pierre-Louis Thevenet y otros muchos, el realizador José Luis García Sánchez ha conseguido reproducir el muy peculiar paisaje valenciano de los cincuenta.

En algunos momentos cae en la tosca caricatura, como en lo concerniente al personaje del capitán general de la zona, en buena medida por el desconocido actor que lo encarna, pero otros muchos funcionan bien. Tal como ocurre en lo referente a los cursillos de cristiandad, que dan pie a Juan Luis Galiardo a brillar en algunas escenas, las confesiones con el director espiritual, con un convincente Vicente Parra en su última actuación en cine, la ejecución a garrote del violador encarnado por Antonio Resines, o las relaciones sentimentales con la soñadora prostituta La China, donde Ariadha Gil una vez más demuestra lo buena actriz que ha llegado a ser.

El conjunto que integra Tranvía a la Malvarrosa se resiente de la total falta de estructura dramática de la obra, de limitarse a ser una discontinua sucesión de pequeñas anécdotas, bien engarzadas, pero de desigual importancia. Sin embargo, a un cierto nivel general funciona bien y en algunas escenas destaca el muy peculiar humor negro, característico del mejor Azcona, que García Sánchez sabe recrear.

Quien sale peor parado del conjunto es Liberto Rabal, en su primer papel protagonista, pero más que por su trabajo en sí, por la inexistencia de su personaje, por la dispersión del conjunto. Se limita a ser el hilo conductor de la historia, unos ojos que miran y captan cuanto le rodea, pero a quien nada le afecta. Tal vez, para paliar este problema, se ha incluido una voz de fondo, pero se han conseguido los efectos contrarios. Tanto por ser en exceso literaria, como por estar dicha por otro actor, produce una frialdad todavía mayor.

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