Antonio Colinas apela al humanismo en su 'Libro de la mansedumbre'

Tras 10 libros de poemas, dos novelas, uno de cuentos y tres de ensayo, además de dos importantes premios (el de la Crítica de 1975 y el Nacional de Literatura de 1982), Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) ha cruzado la barrera de los 50 años con más ganas que nunca de combatir. Y su combate, materializado en el Libro de la mansedumbre (Tusquets), es la apuesta por el humanismo cotidiano, "arriesgado intento en estos tiempos en que la palabra amor se ha reducido a un simple tópico", explica, para remachar acto seguido: "Frente a la poesía intrascendente que se hace hoy, que s...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Tras 10 libros de poemas, dos novelas, uno de cuentos y tres de ensayo, además de dos importantes premios (el de la Crítica de 1975 y el Nacional de Literatura de 1982), Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) ha cruzado la barrera de los 50 años con más ganas que nunca de combatir. Y su combate, materializado en el Libro de la mansedumbre (Tusquets), es la apuesta por el humanismo cotidiano, "arriesgado intento en estos tiempos en que la palabra amor se ha reducido a un simple tópico", explica, para remachar acto seguido: "Frente a la poesía intrascendente que se hace hoy, que sólo testimonia lo circunstancial, yo pregono la fuerza conmovedora del poema, lo que tiene de revulsivo".De todos modos, la mansedumbre del título no parece muy acorde con esta idea de conmoción. "No hay que entenderla como sinónimo de pasividad, se afana a corregir Colinas, "sino de resistencia fértil: una posición vital que nace de la experiencia del dolor. Mi postura como poeta es todo lo contrario que evasiva o escapista".

Riqueza y tensión

El Libro de la mansedumbre está estructurado en tres partes: dos grupos complementarios de poemas que giran alrededor de esa experiencia de que habla el autor y una tercera muy distinta, integrada por una sola composición de 500 versos bajo el título La tumba negra. En ella, partiendo de una cita de Rilke ("hay tumbas que en silencio hablan del mundo"), Colinas establece un diálogo con el sepulcro de Johann Sebastian Bach, a lo largo del cual van apareciendo los mayores mitos literarios y musicales de la Europa del último siglo y medio, de Goethe a Hölderlin y de Leopardi a Nietzsche.

"Todo viene a raíz de un viaje que hice a Leipzig en verano por motivos de trabajo. Me encontré en plena Alemania del Este, en una de las zonas culturalmente más ricas del país y a la vez una de las más tensas. El impacto me revitalizó la lucha de contrarios que todos llevamos dentro y me salió un poema que refleja la dualidad del ser humano, pero también se puede leer, más allá de lo individual, como una crítica a los totalitarismos, al mal uso que éstos han hecho del legado de los artistas".

Como ejemplos de la citada dualidad, Antonio Colinas destaca el elemento del muro ("el de Berlín como paradigma negativo, pero también el del Mediterráneo como cohesionador de todos los pueblos que se asoman a él") o el de la frontera ("la división geográfica entre los pueblos frente a la frontera infinita de la vida, que no es otra que la muerte y que nos unifica a todos").Precisamente en ese Mediterráneo donde el poeta fijó su residencia hace ya 20 años, concretamente en la isla de Ibiza, es donde se concreta la experiencia propia de la atracción por dos polos opuestos: "Una isla es un mundo muy dual: o bien te atrapa porque te identificas con él o bien lo rechazas y huyes a toda prisa".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En