Crítica:DANZA

Esperas y quimeras

La danza contemporánea valenciana tiene como característica principal su facultad para regenerarse y ofrecer caras nuevas, en una continuidad no demasiado historiada, pero que hace de verdadero poso cultural. Pachi Fenollar tiene experiencia y mueve al cuerpo de baile con soltura. Su pieza no está totalmente cosida como un traje único, sino que parece un conjunto con sueltos que armonizan pero que viven por separado. Hay una idea central, y eso es muy bueno para el baile mismo, que se apoya en sonoridades actuales. A veces, como pasa en todos los noveles, hay mimetismos, pero no son calcos err...

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La danza contemporánea valenciana tiene como característica principal su facultad para regenerarse y ofrecer caras nuevas, en una continuidad no demasiado historiada, pero que hace de verdadero poso cultural. Pachi Fenollar tiene experiencia y mueve al cuerpo de baile con soltura. Su pieza no está totalmente cosida como un traje único, sino que parece un conjunto con sueltos que armonizan pero que viven por separado. Hay una idea central, y eso es muy bueno para el baile mismo, que se apoya en sonoridades actuales. A veces, como pasa en todos los noveles, hay mimetismos, pero no son calcos erráticos, sino exploraciones sobre la experiencia ajena.El trabajo de Morales no pasa de ser un ejercicio escolar para alumnas aventajadas que se hace pesado hasta el punto de que literalmente se abandona la butaca en cuanto se puede.

Compañía Pampol's / Paco Morales

A dos: coreografía: Pachi G. Fenollar; música: Inonatos, Aubry y otros; Mujeres en Heliópolis: coreografia: PacoMorales; música: Yanni. Instituto Francés, Madrid. 7 de febrero.

Así termina la muestra alternativa para, la danza, con un amargo sabor de boca del que pocas cosas se salvan. Queda la espera del bienintencionado, que confía en el regreso de otros tiempos mejores y más felices, que sin ser los de antaño, se le parezcan. Queda también la quimera de una armonía entre el talento y la belleza, la iniciativa y el deseo de las obras permanentes. La danza, como tal, no desaparece. Se camufla, se esquiva a sí misma, no se reconoce en el entusiasmo de lo brillante y pasajero. Cuando eso se entiende, el creador encuentra cauce y razón para trabajar, que a fin de cuentas es su más profundo vivir.

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