"Soy norma aburrida y maniática" asegura la actriz Michelle Pfeiffer

La intérprete norteamericana produce y protagoniza el filme 'Un día inolvidable'

Michelle Pfeiffer (Orange County, 1958) se define a sí misma como "una persona normal, aburrida y maniática". Procura ser aburrida con los periodistas, cierto, como defensa contra las intrusiones en su vida privada, y algunos elementos de su biografía hacen pensar en una personalidad relativamente obsesiva. Pero normal no es. Ni en lo físico, eso está claro, ni en lo personal (la gente normal no sonríe así), ni en lo profesional. Pfeiffer se ha convertido en una de las mayores estrellas de Hollywood y mantiene, a la vez, una constante progresión como actriz. En su última película, la comedia s...

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Michelle Pfeiffer (Orange County, 1958) se define a sí misma como "una persona normal, aburrida y maniática". Procura ser aburrida con los periodistas, cierto, como defensa contra las intrusiones en su vida privada, y algunos elementos de su biografía hacen pensar en una personalidad relativamente obsesiva. Pero normal no es. Ni en lo físico, eso está claro, ni en lo personal (la gente normal no sonríe así), ni en lo profesional. Pfeiffer se ha convertido en una de las mayores estrellas de Hollywood y mantiene, a la vez, una constante progresión como actriz. En su última película, la comedia sentimental Un día inolvidable -que se estrena mañana en España-, ejerce por primera vez el doble papel de protagonista y productora y refleja una de sus principales preocupaciones: cómo compaginar la maternidad y el empleo.

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, Michelle Pfeiffer está sentada en un diván de terciopelo rojo, viste traje pantalón y blusa negros, y resplandece. La puerta de la suite del hotel Crillon, el más augusto de París, se entreabre de vez en cuando para que asome la cabeza de un camarero en éxtasis, mientras ella habla en voz baja, sonríe y deja entrever, con exquisita amabilidad, que preferiría estar en cualquier sitio antes que frente a un periodista. Es, sin embargo, extrañamente respetada por la prensa, incluso por la de peor estopa. "La mejor manera de evitar a los paparazzi es siendo como yo, muy aburrida, y no haciendo nada especial. Casi nunca voy a ningún sitio. Conmigo no tienen material que echarse a la cámara", susurra.Las alegaciones de aburrimiento y normalidad son una argucia, igual que la simplificación de su biografía: cajera de supermercado descubierta en un concurso de belleza y lanzada a la fama, lo cual viene a significar origen humilde y éxito casual. Todo falso. Nació en Orange County, un suburbio acomodado de Los Ángeles, muy cerca de Disneylandia. Su padre poseía una próspera empresa de instalación de calefacciones y aire acondicionado. Pasó su juventud disfrutando en la playa, y sólo ejerció como cajera de supermercado -y vendedora de ropa, y ayudante de oculista, y empleada en una copistería- porque en su colegio los pequeños empleos constaban en el expediente académico y ayudaban a aprobar.

Curiosidad intelectual

Siempre le interesó el arte dramático. Y se presentó al concurso de Miss Orange County 1978 porque uno de los miembros del jurado trabajaba en la industria cinematográfica. En cuanto al presunto desinterés por la prensa, también es relativo: cuando acabó el colegio, se matriculó en una escuela de periodismo, especialidad tribunales. En cualquier caso, sus amigos y quienes han trabajado con ella alaban su curiosidad intelectual, su sencillez y su capacidad para despojarse de los oropeles de Hollywood al final de cada jornada.Desde que se deslizó sinuosamente sobre el piano de cola de los Fabulosos Baker Boys (una escena antológica que ella sólo recuerda porque le salieron moratones en codos y rodillas) y se dejó seducir por John Malkovitch en Las amistades peligrosas, su carrera se ha desarrollado sin apenas fallos. Sin embargo, asegura no elegir sus papeles de acuerdo con un plan y no fijarse en el potencial comercial de los guiones. "Busco cosas que me interesen como actriz. Si existe algún criterio, se refiere exclusivamente a mis hijos [está casada con el productor David Kelly y tiene una niña adoptada, Claudia Rose, de un año, y un hijo biológico John, de dos años], porque quiero poder volver a casa cada noche y estar con ellos", afirma.

Su interés por educar "correctamente y en un buen entorno" a sus hijos la lleva a vivir "en una casa normal, en un barrio elegante pero sin mansiones aparatosas ni limusinas extravagantes", y le hace pensar en la posibilidad de abandonar Los Angeles y trasladarse a la costa este, "donde la gente es más ordenada y quizá un poco más hipócrita". Todo por los niños: "Al mismo tiempo que el guión, pido el plan de rodaje, para conocer horarios y distancias. Si son incompatibles con mi vida familiar, no hay nada que hacer". Esas razones familiares la empujaron a rechazar el papel protagonista en Evita, que finalmente recayó en Madonna. "No lo lamento, fue la decisión correcta. Y Madonna ha hecho muy bien el trabajo", dice, con una sonrisa casi perversa de tan inocente.

En brazos de una secta

La supuestamente "aburrida" vida de Pfeiffer incluye un doloroso periodo en el que perteneció a una secta, tan extraña, comenta, que no logra recordar de qué iba exactamente. Había "metafísica, vegetarianismo, astrología y, sobre todo, un férreo control mental sobre los adeptos". Eso ocurrió hacia 1980, y logró salir de la secta gracias a Peter Horton, su primer marido.La Michelle Pfeiffer "salvaje y desordenada" de aquella época se ha convertido en una persona "bastante obsesiva y empeñada en controlarlo todo, en hacerlo todo bien". "En general, soy muy organizada", dice la actriz. Tal vez tenga algo que ver en ello la herencia genética: los bisabuelos maternos eran suizo y sueca, los paternos eran alemán y holandesa. El gusto por la organización debía llevarla a la producción, un oficio que desempeña por primera vez en Un día inolvidable: "No es tan difícil como parece, hay cantidad de gente ocupándose de cada detalle y sólo hay que estar pendiente del conjunto", opina de su primera experiencia.

Sus "tendencias obsesivas" no incluyen, según ella, el Oscar, un premio para el que ha sido proclamada candidata tres veces y que siempre se le ha escapado de entre las manos. "Estaría bien tener una estatuilla", murmura. Luego bebe un sorbo de café y mira hacia otra parte. "Tampoco pasa nada por no tenerla", añade tras una de sus largas e hipnóticas pausas-sonrisa.

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