ITALIA PIERDE SU ÚLTIMO MITO

Todos los honores para el actor más amado

Mastroianni tendrá su funeral en Roma mañana, según aseguraron ayer los telediarios italianos sin tener en cuenta que, hace tres años, cuando murió Federico Fellini, el amigo Marcello se encerró en su casa de París y se declaró horrorizado por el ceremonial plañidero que organizó la república en memoria del gran cineasta fallecido. Marcello Mastronianni ha querido que su muerte, como su enfermedad, sea un suceso íntimo, y parece contradictorio que, en su trayecto final hasta la tumba, le acompañen el jefe de Estado y la plana mayor de los carabineiri.Pero los italianos quieren despedir ...

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Mastroianni tendrá su funeral en Roma mañana, según aseguraron ayer los telediarios italianos sin tener en cuenta que, hace tres años, cuando murió Federico Fellini, el amigo Marcello se encerró en su casa de París y se declaró horrorizado por el ceremonial plañidero que organizó la república en memoria del gran cineasta fallecido. Marcello Mastronianni ha querido que su muerte, como su enfermedad, sea un suceso íntimo, y parece contradictorio que, en su trayecto final hasta la tumba, le acompañen el jefe de Estado y la plana mayor de los carabineiri.Pero los italianos quieren despedir al que consideran su último divo, con el permiso seguro de Vittorio Gassman, estrella indiscutible de un mundo teatral que Mastroianni cultivó desde el principio, hasta Las últimas lunas, la comedia triste que le ha permitido vivir casi toda su enfermedad sobre el escenario.

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Él. mismo ha dicho que prefirió siempre el cine, que lo suyo era el juego de la cámara, y que a veces los viajes y los encuentros personales que implica un rodaje le han interesado más que el cine mismo. Jugando de ese modo, Mastroianni ha logrado hacerse uno de los últimos sitios disponibles en el firmamento donde brillan Clark Gable y Gary Cooper, dos de los actores que admiraba. Pero su encanto ha sido quizás el más genuino, y su amplia biografía amorosa, menos esquemática y violenta que las usuales en las grandes estrellas de Hollywood.

Flora Carabella, a la que llamó "mi mujer" -la única legal- hasta el último momento, ha dicho de él: "Nunca he corrido el peligro de perderlo, porque nunca lo tuve demasiado cerca". Anna María Tató, su compañera desde hace 20 años, también ha reconocido que terminó por adoptar una, atenta distancia frente a Marcello y sus continuos devaneos. "Es verdad que no quería mortificar a nadie ' y ése es su conflicto", comentó. Con Catherine Deneuve ha mantenido hasta el final una intensa amistad y el cuidado de Chiara, la hija común; pese a que, cuando ella le plantó porque su historia había perdido estímulo, él gritó "¡Quiero morir!", en presencia de Marco Ferreri.

Una excepción a esta regla de relaciones fue la norteamericana Faye Dunaway. Mastroianni nunca quiso volver a verla después de que ella diera por terminado su breve idilio, porque él se negaba a divorciarse de Flora. Ocurrió precisamente en un hotel de Almería, en 1968, y hay quien dice que la reacción de Mastroianni demuestra que el gran amor de su vida fue Dunaway.

Otras famosas del cine se le resistieron antes. Silvana Mangano, con la que tuvo un amor no consumado -él ha dicho "adolescente"-, le plantó en cuanto conoció a Dino de Laurentiis. Claudia Cardinale le paró los pies y el resto durante un baile agarrado, aunque todavía no se había convertido en la señora de Franco Cristaldi. Y la más estrella de todas, Sofía Loren, casada con Carlo Ponti, sólo le permitió besos de celuloide. Loren, la última diva italiana e inseparable pareja cinematográfica de Mastroianni, perteneció, probablemente a pesar de éste, a otro universo de grandes amistades femeninas en el que también destacó Giulietta Massina, que fue la que le presentó a Fellini. Marcello convenció a Sofía de casi todo, incluso del streap-tease tardío de Prêt-à-porter de Robert Altman, pero no logró llevarla a Broadway a representar Filomena Marturano. "Haz la prueba", le imploró, "verás cómo rejuveneces".

"Era, un gran persona", dijo ayer Enzo Biagi, autor de La bella vita, la última biografía de Mastroianni, y narrador de las anécdotas anteriores. Biagi recordó también cómo hace meses, mientras iban a comer, Marcello le dijo simplemente: "Tengo cáncer", y que él señaló: "Y yo tres puentes arteriales", porque le pareció "terrible dejarle solo". Al final, la enfermedad era un secreto a voces, pero los medios de comunicación italianos han respetado escrupulosamente su "terror" a que se supiese.

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