La ciencia explica por qué los bebés nacen de espaldas y desvalidos tras nueve meses

Nuevos datos sobre el parto humano y la evolución de la especie

Como puede confirmar cualquiera que haya experimentado o presenciado el nacimiento de un niño, el dolor de las contracciones y del parto tiene bien merecido su carácter legendario; suele estar más o menos entre el de una endodoncia y el de una amputación sin anestesia. Se cree que los partos humanos son tan difíciles porque nuestra raza está forzando los límites de la evolución: un poco más y el voluminoso cráneo del bebé sería demasiado grande para pasar por la pelvis femenina, que debe ser estrecha para permitir la locomoción bípeda. La idea habitual es que tenemos demasiado cerebro para nue...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Como puede confirmar cualquiera que haya experimentado o presenciado el nacimiento de un niño, el dolor de las contracciones y del parto tiene bien merecido su carácter legendario; suele estar más o menos entre el de una endodoncia y el de una amputación sin anestesia. Se cree que los partos humanos son tan difíciles porque nuestra raza está forzando los límites de la evolución: un poco más y el voluminoso cráneo del bebé sería demasiado grande para pasar por la pelvis femenina, que debe ser estrecha para permitir la locomoción bípeda. La idea habitual es que tenemos demasiado cerebro para nuestras pobres madres erectas.En conjunto, se pensaba que los nacimientos humanos figuraban entre los más problemáticos de la naturaleza, lo que llevaba a mayores tasas dé nacidos muertos y de madres fallecidas en el parto que en el caso de otros mamíferos. Sin embargo, según han descubierto los investigadores en algunos estudios recientes, el parto humano no es en absoluto el más difícil del reino animal. En un trabajo nuevo todavía no publicado, Melissa Stoller, de la Universidad de Chicago, ha llevado a cabo el primer análisis detallado del proceso del parto en primates no humanos, en concreto babuinos y monos ardilla. Los hallazgos de Stoller desmienten la idea -asumida durante mucho tiempo- de que la mayoría de los primates caen verticalmente por la pelvis de la madre y de que sólo los bebés humanos se ven obligados a recorrer durante el parto un angustioso tirabuzón para aprovechar los puntos más anchos del canal del parto de la mujer.

Más información

Dolor y ansiedad

Stoller descubrió que también las crías de mono tienen que abrirse un tortuoso camino por el túnel del parto con esfuerzos de contorsionista, aunque rotan en direcciones distintas a las de los humanos en su recorrido hacia el mundo exterior. Además, la relación entre el tamaño de la cabeza del bebé y el diámetro de la pelvis materna resulta no ser tan terriblemente incompatible en los humanos como en otras especies de monos.Sin embargo, los humanos conservan algunos elementos singulares en su estilo de alumbramiento. Werida Trevathan, una antropóloga experta en evolución, de la Universidad Estatal de Nuevo México en Las Cruces, autora del texto clásico The Evolution of Human Childbirth (La evolución del parto humano), afirma que gran parte del dolor y la ansiedad que rodea al parto humano es de naturaleza cognitiva, y que esta angustia no es necesariamente mala.

Trevathan argumenta que ese conocimiento del sufrimiento futuro lleva a las mujeres a buscar ayuda durante el parto, una práctica extremadamente infrecuente entre los mamíferos. La mayoría de los animales que presienten el parto hacen todo lo contrario y buscan un sitio tranquilo lejos del grupo para parir en soledad sin que les molesten. Los humanos, en cambio, buscan ayuda casi universalmente, ya sea la de una comadrona, la de un pariente femenino de más edad, ocasionalmente la de una pareja masculina y, en la actualidad, por supuesto, la de un tocólogo.

En el último número de la revista Evolutionary Anthropology, Trevathan y Karen Rosenberg, de la Universidad de Delaware, afirman que en un estudio de 296 grupos culturales de todo el mundo sólo en 24 ocurría alguna vez que las mujeres dieran a luz sin ayuda, y en casi todos los casos se trataba de mujeres que ya habían tenido más partos. Aparentemente, las madres primerizas reciben universalmente algún tipo de asistencia.

Según Trevathan, las mujeres no sólo buscan ayuda para tener compañía. Por motivos mecánicos, necesitan ayuda para que los bebés salgan sanos y salvos al exterior. En esto es en lo que los humanos se diferencian drásticamente de otros primates. En los diversos tipos de monos, los recién nacidos suelen salir del canal del parto con la cabeza por delante y mirando hacia la madre. De hecho, algunas de las vueltas que según las observaciones de Stoller realizan las crías de babuino y de mono ardilla en el canal las llevan precisamente a esa presentación ventajosa.

Con la cría mirando hacia ella, la madre puede realizar fácilmente una serie de maniobras cruciales. Puede tirar de su hijo hacia arriba para librarle de la fuerte presión; a veces, la propia cría empieza a trepar cuando sus brazos quedan libres del canal, ya que muchos primates nacen con habilidades motoras muy desarrolladas. La madre también puede desenrollar el cordón umbilical del cuello de la cría cuando sea necesario, y suele serlo con frecuencia. Además, puede limpiar la mucosidad de la boca de la cría para permitir que ésta comience a respirar. Minutos después del parto, el recién nacido está aferrado al peludo pecho de la madre succionando en busca de un pezón.

Bipedación

Trevathan explica que las mujeres no pueden realizar por sí solas esas tareas esenciales y la culpa de ello es de la bipedación. Las exigencias de caminar erectos han llevado a una pelvis de la que, por razones anatómicas complejas, la mejor forma que tiene el bebé para salir es de espaldas, y no mirando a la madre. Debido a esta presentación desfavorable, la madre no puede ayudar a salir al bebé sin doblarle hacia atrás la columna vertebral, con riesgo de lesión medular o muerte. Tampoco puede desenrrollar el cordón umbilical ni limpiar de mucosidad la boca del bebé.Para todas estas operaciones -cada una de las cuales puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte para su hijo- necesita ayuda. Así surgió la práctica de las comadronas, o su equivalente ancestral.Trevathan considera que el empleo de auxiliar es para el parto llegó con el inicio de la bipedación, hace aproximadamente cinco millones de años; bastante antes de que el tamaño del cerebro empezara a alcanzar sus actuales proporciones considerables. La investigadora calcula que la intervención obstétrica podría ser la especialidad médica más antigua.

Archivado En