Las palomas de Alberti se posan en la Asamblea

De la mano abierta de Rafael Alberti, el último poeta vivo de la generación del 27, llegaron ayer a la Asamblea de Madrid seis Palomas por la Paz y se posaron para siempre. Una rebatiña de fotógrafos disparó las luces al artista que, apoyado en su bastón y en su esposa, María Asunción Mateos, entró por el viejo casón de San Bernardo para dejar, en el salón de los debates secretos, su vigorosa canción de paz.Mariano Gamo, diputado de IU, anunció pronto la gloria: "Vamos a asistir a la pasión y resurrección poética del maestro Alberti. Maestro de una generación de plata y camarada de una ...

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De la mano abierta de Rafael Alberti, el último poeta vivo de la generación del 27, llegaron ayer a la Asamblea de Madrid seis Palomas por la Paz y se posaron para siempre. Una rebatiña de fotógrafos disparó las luces al artista que, apoyado en su bastón y en su esposa, María Asunción Mateos, entró por el viejo casón de San Bernardo para dejar, en el salón de los debates secretos, su vigorosa canción de paz.Mariano Gamo, diputado de IU, anunció pronto la gloria: "Vamos a asistir a la pasión y resurrección poética del maestro Alberti. Maestro de una generación de plata y camarada de una generación de oro". Gamo salió entusiasmado: "Le he besado la mano y le he acariciado la cara como hacía con mi madre". Otro poeta metido a político, Juan Van-Halen (PP), presidente de la Asamblea, fue quien tuvo la idea de comprar los dibujos de Alberti. PÁGINA 8

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Alberti escuchaba sentado, con la vista prendida en el techo, acorralado entre cámaras, amigos y diputados. A su izquierda, Alberto Ruiz-Gallardón. El presidente le anticipó un emocionado recuerdo: "Muchas gracias por venir. Si me dejan, quiero recordar mi época romana".Le dieron la palabra y Ruiz-Gallardón echó la vista atrás: "Recuerdo aquellos años en que los españoles íbamos a Roma a ver al Papa y a ver a Alberti. Nos acogía a todos en su casa del Trastevere, llena de poetas y pintores, de mujeres bellísimas, y de un plato de pasta que a nadie se le negaba. Cuando entrábamos de su mano en la plaza de San Pedro, nos explicaba aquello de los obispos y cardenales que por la puerta de San Pedro salen. 'salen, corren, la capas al brazo, ansiosos de comida, Señor que los ves, ansiosos al comedor, donde hay tanto que comer, misericordia Señor, suplícales de algún modo que no se lo coman todo, pues no va a quedar ni flor en la viña del Señor".

Ya instalado en el pasado, el político siguió recitando al poeta: "Cuando entrábamos en la basílica, nos recitaba Rafael: 'Di, Jesucristo, por qué me besan tanto los pies, soy San Pedro aquí sentado, en bronce inmortalizado, y no puedo mirar a un lado ni pegar un puntapié, pues tengo los pies gastados como veis. Haz un milagro, señor, déjame bajar al río, volver a ser pescador, que es lo mío".

Ruiz-Gallardón, que descubrió de niño a "Alberti y a la libertad" en Roma, le agradeció ayer su prosa: "Es un verso nuevo con forma de paloma".

María Asunción Mateos se encargó de leer los folios escritos por Alberti, Cuando la mujer empezó a declamar, el rostro del poeta se encendió.

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