Crítica:JAZZ

Sentido del espectáculo

Iba para abogado y le interesan la sociología y las humanidades pero, cosas de la genética, ha terminado siguiendo los pasos de su padre Dewey Redman, histórico saxofonista del cuarteto de Ornette Coleman, y parece empeñado en liberar al jazz de su coraza de intelectualidad. Sin embargo, Joshua Redman (Berkeley, California, 1969) no ha olvidado sus primeras vocaciones: saca excelente partido al conocimiento de las reglas estéticas que mueven masas y aplica a su concepto de jazz un talante legalista que le impide transgredir ninguna ley establecida. Y no se termina de entender, porque le sobran...

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Iba para abogado y le interesan la sociología y las humanidades pero, cosas de la genética, ha terminado siguiendo los pasos de su padre Dewey Redman, histórico saxofonista del cuarteto de Ornette Coleman, y parece empeñado en liberar al jazz de su coraza de intelectualidad. Sin embargo, Joshua Redman (Berkeley, California, 1969) no ha olvidado sus primeras vocaciones: saca excelente partido al conocimiento de las reglas estéticas que mueven masas y aplica a su concepto de jazz un talante legalista que le impide transgredir ninguna ley establecida. Y no se termina de entender, porque le sobran recursos técnicos y humanos para incorporar la audacia a su filosofía musical.Su magnífico grupo, favorecido por una estupenda sonorización, demostró sintonizar con sus ideas y aportó solos de interés. El quinteto abrió con Mischief en la muy frecuentada senda del neohard bop, pero también se acercó a la balada de carácter pop y hasta recreó el clásico de Ornette Coleman Una muy bonita, un ritmo caribeño de atmósfera absolutamente marciana.

Joshua Redman Quintet

Joshua Redman (saxos tenor, alto y soprano), Peter Bernstein (guitarra), Peter Martin (piano), Chris Thomas (contrabajo) y Brian Blade (batería). Teatro Monumental. Madrid. 9 de mayo.

La escalada de intensidad general se cimentó en el crescendo de cada pieza. Invariablemente, Redman empezaba el solo en tonos pastel y texturas aterciopeladas para, poco a poco, saturar colores y dibujar ásperas aristas. Ese era el momento de los bruscos levantamientos de rodilla y otros llamativos recursos propios de hombres con innato sentido del espectáculo.

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