Crítica:CINE

Raro y bello entramado de literatura y cine

Las tres últimas películas de Gonzalo Suárez tras el éxito mundial con Remando al viento siguen las huellas de ésta, al menos en un aspecto muy preciso y fácil de percibir: si toda la ya larga obra de Suárez tiene permanentes resonancias literarias, el tramo final de esta obra es cine con muy acusada, calculada e indisimulada composición novelesca. Es fusión plena y buscada de un estilo donde el cine y la narrativa literaria son prolongación natural recíproca, la misma cosa. Y Mi nombre es Sombra no sólo no es una excepción que rompa o matice esta regla, sino una plena...

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Las tres últimas películas de Gonzalo Suárez tras el éxito mundial con Remando al viento siguen las huellas de ésta, al menos en un aspecto muy preciso y fácil de percibir: si toda la ya larga obra de Suárez tiene permanentes resonancias literarias, el tramo final de esta obra es cine con muy acusada, calculada e indisimulada composición novelesca. Es fusión plena y buscada de un estilo donde el cine y la narrativa literaria son prolongación natural recíproca, la misma cosa. Y Mi nombre es Sombra no sólo no es una excepción que rompa o matice esta regla, sino una plena confirmación de ella. Hay un triple fondo inequívocamente literario en la película. Lejos está el relato, ya instalado en las alturas de los mitos contemporáneos, del doctor Jekyll ideado por Robert Louis Stevenson. Más cerca está la absorción de este mito por la narrativa del propio Suárez en una historia de la que procede directamente el filme. Y más cerca aún está la propia película, que asume y despliega esas sus fuentes y raíces literarias, de forma que es en sí misma literatura (y de gran vuelo) atrapada en un hermoso guión, digno de alcanzar la autonomía que le proporcionaría la condición de libro. Es pura literatura.

Mi nombre es Sombra

Dirección: Gonzalo Suárez. Guión: Suárez, según su relato inspirado en Doctor Jekyll y mister Hyde, de Stevenson. Fotografia: J. Salmones. Montaje: J. Salcedo. Música: C. Cases. Decorados: W. Burmann. España, 1996. Intérpretes: François Eric Gendron, Amparo Larrañaga, Jean Claude Adelin, Elena Fernández. Estreno en Madrid: cines Acteón y Renoir.

Puro cine

Y en esenciales ráfagas, pero no en la totalidad del metraje, es puro cine, que es justo aconsejar que se abstengan de ver, quienes en una pantalla buscan lo que en Mi nombre es Sombra no van a encontrar por ningún lado, pues es una película concebida y realizada contra la corriente, uno de los raros casos de cine que se aproxima a la (casi siempre, pero no aquí) patraña del autor-director, pues incluso en los territorios que no elabora personalmente todo en este filme -incluso las composiciones de los intérpretes, que tienen el tono declamatorio y uniforme que permite a Suárez hacer nítido el protagonismo de su palabra- lleva la marca de un director que escribe imágenes y busca que su escritura sea perceptible en cuanto tal en la pantalla.Hay buen gusto en las composiciones plásticas, hay una palabra propia en los diálogos y monólogos, y hay una visión del relato romántico que se aparta mucho de cualquiera otra vigente en la pantalla actual. Y también se percibe una fuerte identidad en el estilo que Suárez imprime a su cine y una rara elegancia en el entramado de imágenes y palabras que entreteje y pone en marcha de forma que lo que vemos y oímos, por discutible que sea -y lo es en ocasiones-, sólo puede ser obra de Suárez. El mito de Jekyll y Hyde, que parecía fatalmente agotado tras la Mary Reilly de Stephen Frears y Julia Roberts, es redescubierto por Suárez desde una angulación visual sorprendente e inédita: la duplicación efectiva de ambos personajes contendientes en ese mito, que aquí son interpretados por distintos actores y proponen casi una inversión de la trama de Stevenson. Es a través de este invento visual y narrativo donde se entrevé la solidez del relato de Gonzalo Suárez, además de su originalidad. Las escenas entre ambos personajes (por primera vez cara a cara en una pantalla) son vigorosas y carecen de precedente alguno, por lo que, además de un bello e inteligente entramado de cine y literatura, Mi nombre es Sombra es una aportación muy singular al rastreo de las variantes de esta célebre metáfora novelística en su largo itinerario cinematográfico.

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